[Vera K. Monaghan] <3 Título bonito

Uno de mis distrito favoritos era el 7. De pequeño había pasado parte del tiempo aquí, en sus bosques. Era sencillo pasar desapercibido entre tantos árboles y un campo perfecto para practicar con el arco. Como hacía ya bastante de eso decidí venir hoy. No me gustaría perder la practica. Aunque eso era imposible en el caso de un entrenador. Escalé un árbol de manera sencilla y me senté sobre una rama. Había cogido unas bayas pero no tenían pinta de ser muy seguras así que al final preferí no jugármela y arrojarlas al suelo. Cargué mi viejo arco con una flecha y busqué un objetivo. Una manzana a una distancia considerable me serviría. Tense la cuerda y apunté intentando ser lo más preciso posible. Lancé y la flecha en vez de dar en el centro, dio en el tallo por lo que el fruto cayó al suelo. Me quedé mas sorprendido así, ni queriéndolo lo había conseguido. Salté a otra rama próxima para acercarme al árbol donde la flecha se había quedado clavada. Cuando llegué la saqué y la introducí en el carcaj, entonces fue cuando escuché de abajo un crujido de ramas. Miré y vi que era una chica. No era muy común encontrarme a nadie por aquí. En sus manos tenía la manzana que había caído cuando mi flecha rompió la única parte que la unía al árbol. Seguramente le abría caído a los pies porque no me dio la sensación de que le diese ya que no parecía dolorida. Siguió su camino cómo si el curso de la naturaleza hubiese hecho que se cayese la manzana en ese momento. Bajé del árbol con cuidado. -¿Que hace una chica sola por aquí? -pregunté sorprendiéndola aunque no fuese mi intención.

No sabía mucho sobre chicas, eran como un territorio desconocido para mí. Y, bueno, tampoco es que ella me lo pusiese muy fácil porque algunas veces me sorprendía sus respuestas llenas de madurez. No sabía yo como sería para ella, ya que me consideraba más sencillo, y aunque me gustaría no serlo se me veía venir de lejos. Quizás fuese eso lo que me llevaba al extremo de cerrarme tanto con las personas, aunque hoy creí haberme saltado esa regla personal. Con respecto a ella no me la imaginaba como a las demás chicas que se reunían en grupos para charlotear sobre moda o demás. Seguramente no habría sido el único en darse cuenta. -¿Y cómo sueles ser con los demás?- pregunté cuando dejó caer que yo era la excepción. Al menos eso me había dado a entender y me gustaba pensar así. Al fin y al cabo ella también era la mía y seguramente sería la única a la que permitía ese paso.

Se tumbó completamente. Yo me quedé mirando al estanque como para no tener esa manía persecutoria con la mirada. Escuché sin interrumpirla y supe que no estaba de broma, que hablaba en serio. Mientras sus palabras salían de su boca tenía cierto miedo dentro por haberla dejado saber tanto. Como ya había comprobado antes era demasiado observado y fácilmente lo vinculaba con mi manera de ser. Comprendí la metáfora final. Una granada... Ahora me sentía como si me hubiese desenmascarado, a mi, que tanto tiempo llevaba tras lo que ella había dicho "piel de la granada" Mi primer impulso fue volver a mirarla cuando acabó y decir que se equivocaba, pero finalmente se quedo en un mirada y escapé de nuevo yéndome a mirar el estanque. -No me equivocaba en eso de que te gusta tenerlo todo bajo control Conocer todo lo que le rodeaba, incluso pudo conmigo. -¿Sabes que eres la única que me ha dicho eso?- otros eran mas precisos. Estupido, creido, pijo, engreido, y otros positivos, pero no por ello correctos. -Supongo que eres la única que puede ver más allá de ... una cáscara de granada.- dije volviendome hacia ella con una sonrisa por esa perfecta metáfora.

No contesté a su pregunta pues consideré de más importancia esperar a su veredicto. De haber sido al revés, yo me habría sentido profundamente afectada por mis palabras. Desconocía si a Thomas le hirieron o le hicieron recapacitar ciertos factores de sí mismo, pero puesto que muy diferentes no parecíamos ser, me entristeció pensar en que probablemente le hubiera hecho daño. ¿Lo había hecho? Me miró con una mirada que no supe descifrar muy bien y luego se acercó al estanque, dejándome con cierto sentimiento de culpabilidad allí tumbada, reincorporándome lo justo como para estar en la misma postura de antes, inclinada. Lo observé alejarse con el ceño fruncido, escuchando lo que decía. Quise... ¿confortarlo? Su sonrisa me tranquilizó pero no convenció del todo. Tal vez había metido la pata. Tal vez siempre era tan dulce como el corazón de una granada.

Me tomé lo que dijo como algo positivo, pero no por eso salí completamente de ese terreno. Me puse de pie, acercándome a él y quitándome su chaqueta, esta vez sin importarme que viera más de lo que en otra ocasión no habría permitido. Acto seguido, se la coloqué por encima de los hombros en un gesto... tal vez demasiado cariñoso para mí, incluso demasiado fraternal. Retrocedí ante aquel pensamiento, poniéndome aunque sea mi camiseta y sintiéndome desagradecida por haber estado protegida por el calor de su chaqueta y presencia y haberle dado a cambio un agrio testimonio y su húmeda prenda.

—Soy la hermana mayor —todavía seguía considerándome parte de mi rota familia, pese a que ahora estuviera completamente sola—, eso me convierte en una persona observadora y sincera por naturaleza. No permito que nadie me tome el pelo y tú no lo has hecho.

Me crucé de brazos, pasando sobre mis enfriados brazos mis manos en un intento de templarlos.

—Yo "no soy" con los demás, apenas mantengo contacto con nadie —me limité a decir sobre mi propia persona.

Aunque quise disimularlo en verdad si me afectó por el hecho de haber sido tan fácil de leer por ella. Antes había pensado que nos conocíamos de toda la vida y ahora parecía un hecho. Se acercó y me colocó la chaqueta algo que me dejó sorprendido. Imité su gesto y me puse la ropa. Me sorprendió el suave aroma que había dejado en mi chaqueta y pensé que había hecho lo mismo conmigo. Es decir, en poco tiempo dejar huella en mí. Pero en ninguna de las dos situaciones me desagradaba. Al principio me desconcertó pero luego era un alivio que alguien mas hubiese sabido, aunque por encima, algo de mí. Jamás contaba mi vida a nadie, nada sobre mí, evitaba esas preguntas con "Nada interesante" o directamente ignorando las preguntas. Supuse que sería más difícil con ella hacer esto, ero algo me decía que no iba a hacerlo. Quizás me equivocase.

-Observadora y sincera, las dos razones por las que ante te abracé. -ya me había conseguido dar igual ese tema. ¿Que podía esconder ya? Tampoco es que supiese mucho sobre mí pero si lo esencial. -Jamás te tomaría el pelo.-porque no lo haría y porque no podría hacerlo aunque quisiese. Ya me había vestido por completo y aunque no me había dicho nada no la espié mientras ella se vestía. Entonces luego respondía a la primera pregunta la cual creí que ya no respondería utilizando mi técnica del ignoro. -Supongo que muy poca gente te llega a comprender por el simple hecho de ser muy distinta. Aunque quise que fuese una pregunta salió más bien como una afirmación. Cogí el arco y el carcaj y me lo puse en el hombro.

En cuanto terminé de vestirme, ambos dimos por supuesto que el camino de vuelta ya había comenzado, por lo que me eché la ballesta al hombro, mirándola con cierta desaprobación por no darme ninguna razón para usarla aquel día. Mis botas estaban malamente atadas por la dejadez y prisa, así que me parecían quedarme una talla más grandes, pero puesto que el paso que utilizaría para volver a casa sería uno desasosegado, realmente no me importaba sentir aquella sensación que hacía siempre sentirme aún más pequeña.

Odiaba admitir cuando hacía o correspondía un gesto tan cariñoso como un abrazo. Cuando mi padre murió, todos decían que una parte de mí se había ido con él. Fue cuando empecé a volverme más desagradable en comparación a lo que era. Siempre le hacía ascos a un abrazo, incluso a los de mi propia familia. Si hubiera sabido lo que les esperaba, les habría mimado aún más de lo que hice. Por esa misma razón no contesté con nada a su confesión, me limité a curvar mi comisura derecha ligeramente, mirando al frente.

Sabía que jamás me tomaría el pelo. No sólo porque parecía una persona legal y coherente, sino porque ni yo misma lo permitiría. Aunque no parecía que jamás fuera a dudar de su... ¿confianza? Sí, en efecto. Supuse que ésa ya era una palabra que podía decir.

—Muchos dicen comprender y lo hacen, pues en mi distrito desgracias ocurren constantemente, pero tantos otros sólo piensan en lo que supondría estar en tu situación. Y eso no es comprender, ¿verdad?

Me encogí de hombros lentamente, mirándolo con el ceño fruncido. Aunque no supiéramos el pasado del uno o del otro, en el fondo sentí que él sí me comprendería. Transcurrieron unos segundos en los que ninguno dije nada, y entonces, apreciando cómo mis cabellos ya se iba secando, me eché uno tras la oreja e hice un cabeceo. Odiaba tener que preguntar aquello, pero mi vida, al igual que la de todo ser vivo, le pertenecía al Tiempo.

—¿Volvemos?

No dijo nada al respecto sobre el abrazo. Supuse que últimamente no había recibido muchas muestras de cariño si con sólo eso le había quitado el habla. Aunque ese simple gesto pudiese significar muchas cosas; amistad y confianza entre otras. ¿En verdad eso es lo que ahora sentía sobre ella? Al igual que con ella tampoco quise ser sincero conmigo mismo y rechacé esa idea de inmediato intercambiadola con otra más bien de Conocidos. Cogió su ballesta y entonces vi que esta tarde había dejado de lado la caza. Raro en mí, pero ¿que había sido normal hoy? -Venga volvamos. -dije tras escucharla hablar sobre esa palabra que poco relación había tenido conmigo. Aunque ella había dicho en palabras lo que pensaba me pareció mas muy suyo el darle la vuelta al tema ya que yo había comenzado el tema para ella y no ara mí. La dé que fuese ella primero ya que andaba un poco desorientado.

Me adelanté unos pasos a él, recuperando la responsabilidad que suponía guiarlo de vuelta al distrito y también teniendo en cuenta que cuatro de mis pasitos eran como dos de los suyos. Me subí la cremallera de mi chaqueta hasta arriba para no resfriarme. Un catarro podía desarrollar una molesta y peligrosa gripe fácilmente en los distritos, donde la sanidad era una palabra que casi se desconocía y la salud era algo frágil que podía condenarte a la extinción.

A pesar de que la pendiente que antes habíamos descendido cogidos de la mano fuera relativamente poco inclinada, se me hizo un trabajo pesado volver a recorrerla, esta vez hacia arriba, no porque fuera agotadora, sino porque iba con el peso imaginario que suponía tener que dejar atrás el estanque donde tan bien me lo había pasado. Me incomodó en cierto modo el silencio que recientemente se había creado entre nosotros, así que lo miré con fingido desinterés, intentando romper el hielo como si hubiéramos vuelto a ser dos completos desconocidos que en el fondo no necesitaban más que una misma filosofía y unos mismos sentimientos para descubrir que realmente se podían llevar bien entre ellos.

—Me hubiera gustado que fueras de mi distrito —pero ninguna pregunta ordinaria salió de mis labios, sino más bien un halago que me hizo cuestionar mi capacidad mental. No acostumbraba a decir esas cosas. Aunque tampoco me sorprendí demasiado, teniendo en cuenta todo lo que había cambiado en mí aquella tarde. O tal vez nunca había cambiado nada. Tal vez ésa era mi vieja yo, la que necesitaba volver a manifestarse. Lo cierto es que me habría encantado. Me habría gustado que Thomas hubiera nacido en mi distrito, de modo que pudiera haber trabado algún tipo de amistad con él a edad temprana, de ésas que se dicen que son las más duraderas. Y verlo en la escuela, y aprender a cazar con él y a usar manzanas como dianas, y a hundirlo bajo el agua antes de que creciera hasta su altura máxima y yo me quedara, como se veía venir, tan corta como la mayoría de las mujeres que había habido a lo largo de las generaciones en mi familia.

Ella tomó la delantera para guiarme un poco. Tuvimos que subir la ladera que antes habíamos bajado. Bueno, había bajado yo porque a ella la llevé casi a rastras. Ahora sólo era recuerdo del pasado. No sabía muy bien cuando la volvería a ver, que aunque me prometió ir al distrito 2 no supe cuando. Ahora el silencio reinó como si el tiempo de antes hubiese sido tan irreal que ambos eramos conscientes y ahora habíamos vuelto a la tierra, a la realidad. —Me hubiera gustado que fueras de mi distrito La verdad no me lo imaginaba. Sería muy extraño, como otro yo. Pero la habría conocido antes, y estaba seguro que hubiésemos sido grandes amigos ya que con sólo este día le había bastado parar saber más de mí que otras personas durante más tiempo. -¿Hubieses sido una repipi si tú hubieses nacido en el mío? -pregunté de broma. No, no lo hubiese sido porque conociendo lo poco que sabía sería muy complicado influenciar en ella. Tenía una personalidad fuerte. -Si hubiese sido de aquí te habría quitado el puesto de mejor cazador. En verdad no sabía cómo era ella ero como había sido una caja de sorpresas hasta ahora, me podía esperar de todo. La miré con una sonrisa mientras me la imaginaba vestida con la moda del Capitolio.

Eran de esperar comentarios similares, aunque fue de agradecer no entrar en la típica discusión de "mi caballo es más grande que el tuyo" porque me habría encasquetado fácilmente y aquello no era conveniente teniendo en cuenta lo irritante que me volvía en dichas ocasiones. A menudo, con las personas que consideraba más cercanas, no había quien me reconociera con un comportamiento tan infantil.

Lo miré con un fingido rostro de superioridad, imitando más un acento inglés que otra cosa.

—Probablemente habría sido una pedante presumida, si me hubiera criado en el Capitolio. Sí, probablemente. Me habría vestido con tacones kilométricos para añadirme los veinte centímetros de altura extra que siempre he querido tener y me habría teñido el pelo de rosa fucsia y las puntas de una tonalidad más pastel, a juego con un verde exótico de mis pestañas postizas que resaltaran mis hermosos ojos. —bromeé, parpadeando rápidamente y mirándolo fijamente para incomodarlo, incluso alzando mi dedo meñique, como si estuviera sosteniendo una taza de té en mis manos— ¡Oh! Y, evidentemente, me habría casado con el primer sarasa de pintas femeninas claramente intencionadas que se me habría cruzado. Aguantaría todo un paripé si eso me aportara toda una vida llena de aún más lujos y joyas.

Evidentemente, mentía. O esperaba hacerlo. Quién sabe cómo habría sido uno de haber nacido en otro distrito. Siendo sincera, no pensaba que el color rosa o el verde me favoreciera... Ser del distrito dos, por otra parte, habría supuesto toda una agonía; no me merecería en absoluto el reconocimiento de profesional. Me gustaba pensar que probablemente sería una incomprendida, pues naciera donde naciera, yo querría haber seguido siendo la misma que era ahora y haber tenido los mismos valores que entonces mi familia me había transmitido.

Para imaginárselo: Vera "la profesional." Una de las cosas que más odiaba de aquel distrito era a los padres que enviaban a sus hijos a un entrenamiento tan intensivo durante toda su infancia para luego comerles la cabeza con el pensamiento de que jugar en los Juegos del Hambre era un completo honor para sí mismo y su distrito. Intolerable.

En cuanto al comentario de Thomas, claramente en broma (esperaba que lo fuera), me limité a desvanecer ligeramente mi sonrisa y mantenerla en un pequeño gesto de timidez.

—Sí, probablemente me habrías arrebatado ese puesto. No lo pongo en duda —dije, recuperando mi habitual voz e identidad. En vista a mi habilidad a distancia, mi puntería y agilidad, que tampoco eran cualidades de las que completamente carecía o que tenía del todo esmirriadas, había algo en Thomas que me decía que realmente era diestro y astuto, al menos más que yo.

Mientras se iba describiendo la iba viendo en mi mente. No, no hubiésemos sido amigos si de verdad me fuese con esas pintas por allí. -Ya veo que tienes un exquisito gusto por la moda.- dije totalmente en broma después de lo que había escuchado. Parecía patético pero realmente había gente así, a la que se le sumaba un estúpido acento del Capitolio. Todo estos a los pueblos cercanos a la monta de el Hueso, conocida como base del Capitolio tras la derrota del Distrito 13 en los Días Oscuros. Bueno, aún así nunca averiguaríamos como sería ella. -Supongo que yo sería igual de rarito que tú si fuese de aquí.-comenté para fastidiarla ya que en verdad no lo era, al menos rarita no, peculiar por así decir. Yo no sabría cómo sería realmente ya que era del 2 y no coincidía mucho con el estereotipo de allí. Por tanto, ¿sería el mismo aquí que allí? - A mi también me hubiese gustado por el simple hecho de haberte conocido antes. Realmente era así ya que todo este tiempo sin nadie me lo hubiese podido ahorrar. Tampoco me odia quejar de la soledad porque yo mismo la había buscado pero quizás con Vera no me hubiese hecho falta. Me avergonzaba reconocer que me gustaba su compañia a alta voz porque no era de esos que piropeaban de esa manera a nadie.

-Seguro que serías muy buena competencia.- no estaba seguro de que ella fuese mala. Yo había entrenado o más bien me había visto obligado a entrenar para los Juegos desde pequeño. Tradición conocida de mi Distrito. Para algunos una ventaja un tanto tramposa y para otros sólo una formación para ser Agente de la Paz. Por suerte ninguna de las dos cosas me vi obligado a hacer. Una porque sólo jugaba el azar, ya que jamás me planteé presentarme voluntario para los Juegos, y otra porque al pertenecer a un pueblo rebelde apenas contaban para ser un Guardia.

Permitía a Thomas que me llamara rarita no porque realmente me daba por aludida cuando incluía a todo mi distrito en el saco, sino porque realmente sabía que bromeaba. Pese a ello, le di un empujoncito mientras continuábamos nuestra travesía, uno un poco "fuerte" dentro de lo que en mí cabía, de modo que lo hiciera tropezar ligeramente con alguna rama o piedra durante algún relámpago de suerte. Pero su comentario luego le dejó en el lugar perfecto como para que no le contestara con ningún comentario ingenioso, así que eso fue lo que hice: permanecer callada y encogerme de hombros, ligeramente conmovida. Si ahora nos llevábamos bien, de habernos conocido anteriormente habríamos sido los amigos ejemplares de todo el distrito séptimo.

No había que soñar con lo que pudo haber sido o era en un universo paralelo, sino con el presente que estábamos viviendo en aquel mismo momento. Y la realidad era que Thomas era del distrito dos, lo cual complicaría cualquier amistad, teniendo en cuenta la situación política de Panem y su localización geográfica. La distancia nunca era partidaria de la amistad o el amor, decían. Aunque ¿quién estaba hablando de amor? No era una de esas personas que creyeran en él, tal vez porque jamás me había visto en la situación de planteármelo. Sólo creía en la familia y en la verdadera amistad, pero, por alguna razón, todos estos estilos de vida parecían rehuírme cual triste y cruel broma del Destino.

Esperaba realmente ser una digna contrincante, aunque jamás lo verificaría con él, pues tampoco sentía el deseo de enfrentarme a Thomas. Lo esperaba por si mi nombre salía en los próximos juegos. Si moría en ellos, al menos quería que me recordaran por mi afán de vivir y mi espíritu revolucionario.

Poco a poco, a un paso más ligero a causa de la omnipresente oscuridad, fui acelerando el paso junto a él. Mi orientación nunca fallaba en los bosques que tan bien me conocía, por eso supe que estábamos cerca del punto de encuentro, aunque no quise arriesgarme y tomar algún atajo; prefería no arriesgarme. La noche era traicionera. Me apenaba tener que volver ahora a casa. ¿Qué haría allí salvo cenar lo que hubiera e intentar hacerle frente a mi tan recurrente insomnia? Nada. En comparación a lo que estaba por venir, la noche había estado demasiado llena de sorpresas.

—Te he prometido que iría a tu distrito, y lo haré —dije, como si todavía no hubiera tenido la suficiente credibilidad y viendo pronto venir el momento de la despedida. Lo había prometido. ¿Por qué no iría a hacerlo? Las promesas debían estar siempre por encima del orgullo.

Thomas me devolvió el empujoncito, pero, aunque me hiciera tambalear, no fue lo suficientemente fuerte como para derrumbarme. Si me hubiera aplacado con apenas un poco de fuerza más, estaba casi segura de que me habría caído y sentido ridícula. Sin embargo tuve suerte, aunque seguro que el karma conseguiría apañárselas. Tanta cosa buena no podía concedérsele a nadie, así que se tendría que equilibrar la balanza junto a una serie de catastróficas desdichas. Le propiné otro empujoncito, bocalizando la palabra "idiota" como hacía siempre que no sabía cómo reaccionar ni qué decir.

Acabamos por llegar a la frontera entre el distrito y el bosque, donde una verja metálica se alzaba indecente y oxidada frente a nosotros. La surqué con facilidad dada la práctica y la costumbre, suspirando tristemente al pensar que ya era hora de darle un final a aquel divertido día. Aunque hubiera dicho aquello en un sentido claramente figurado, estuve tentada a decirle que si no era gentil conmigo jamás pisaría su distrito, nuevamente bromeando. Pero no lo hice porque repentinamente me abrazó de nuevo, ésta vez sin darme apenas tiempo para reaccionar, sobre todo cuando me besó la mejilla. Se alejó lentamente dejándome prácticamente muda e insatisfecha, plantada donde estaba y tan quieta como una estatua. Luego me percaté de la presencia de un árbol cercano, cuya rama mayor sobrepasaba la valla hasta posarse prácticamente sobre mí. Otorgándole cierto uso a mi ballesta aquella tarde, apunté hacia una de las manzanas que colgaban de ella y disparé, haciendo una caer de una forma casi tan poética como lo había hecho Thomas anteriormente. La cogí nada más tocó al suelo, y, sabiendo que le daría y confiando en mi puntería, se la lancé a la figura del chico del distrito dos, que estaba dándome la espalda.

Sonreí divertida cuando le dio en pleno hombro, despidiéndome con un saludo militar cuando se giró hacia mí y quedándome mirándolo durante unos segundos para luego desaparecer entre las tan conocidas calles en las que me crié.

Cuando llegué a casa me di cuenta de que no había formalizado ningún plan con Thomas sobre reencontrarnos... Triste me era decirlo, pero ahora resultaría más difícil volver a vernos. Y eso me hacía sentir miserable.