[Vera K. Monaghan] <3 Título bonito

Uno de mis distrito favoritos era el 7. De pequeño había pasado parte del tiempo aquí, en sus bosques. Era sencillo pasar desapercibido entre tantos árboles y un campo perfecto para practicar con el arco. Como hacía ya bastante de eso decidí venir hoy. No me gustaría perder la practica. Aunque eso era imposible en el caso de un entrenador. Escalé un árbol de manera sencilla y me senté sobre una rama. Había cogido unas bayas pero no tenían pinta de ser muy seguras así que al final preferí no jugármela y arrojarlas al suelo. Cargué mi viejo arco con una flecha y busqué un objetivo. Una manzana a una distancia considerable me serviría. Tense la cuerda y apunté intentando ser lo más preciso posible. Lancé y la flecha en vez de dar en el centro, dio en el tallo por lo que el fruto cayó al suelo. Me quedé mas sorprendido así, ni queriéndolo lo había conseguido. Salté a otra rama próxima para acercarme al árbol donde la flecha se había quedado clavada. Cuando llegué la saqué y la introducí en el carcaj, entonces fue cuando escuché de abajo un crujido de ramas. Miré y vi que era una chica. No era muy común encontrarme a nadie por aquí. En sus manos tenía la manzana que había caído cuando mi flecha rompió la única parte que la unía al árbol. Seguramente le abría caído a los pies porque no me dio la sensación de que le diese ya que no parecía dolorida. Siguió su camino cómo si el curso de la naturaleza hubiese hecho que se cayese la manzana en ese momento. Bajé del árbol con cuidado. -¿Que hace una chica sola por aquí? -pregunté sorprendiéndola aunque no fuese mi intención.

El elogio de Thomas me hizo cerrar un ojo a la par que arqueaba la ceja opuesta. ¿Me había llamado belleza? ¡Eso sí que era nuevo! No es que me considerara una persona atractiva, aunque tampoco un cayo malayo, todo hay que decirlo. Mi madre acostumbraba a decir que tenía el cuello tan delicado como el de un cisne y la cara tan maravillosamente amoldada como el de una muñeca de porcelana, pero yo siempre lloraba por no poder tener los rasgos feroces de un tigre o la astucia retratada de un lagarto. Los genes son algo que no se escogen, y por muy alcanzable que uno vea la perfección física, supongo que, como él había dejado caer en su comentario anterior, siempre habría alguien por encima de ti. Me veía, eso sí, mucho más apetecible que cualquiera del Capitolio, y no es que fuera ególatra o superficial. De quién vestirse no lo era todo, la ropa que se llevaba en la urbe dañaba más que adornaba tu imagen.

Decidí hacer oídos sordos al respecto, más que nada porque no era un tema que realmente me importara demasiado. Mi cara bonita, si es que de verdad lo era, no iba a abrirme puertas en la vida. Mi clase social no cambiaría, mis arcas no aumentarían por ello.

Thomas fue quitándose la ropa rápidamente mientras yo lo hacía con cierta inseguridad. Aguardé sin mirarle demasiado, esperando que él tampoco tuviera la mirada fija en mí mientras también me quitaba la ropa. Era bastante avergonzada y siempre había sido recelosa hacia los chicos, aunque me llevara mejor con el sexo opueto, me costaba más creer en ellos o mantener el espíritu de igualdad en temas tan íntimos. Mostrando una sonrisa divertida, negué con la cabeza mientras me soltaba mi cinturón de tela negra. Iba vestida con ropa bastante estándar y cómoda, sin nada que resaltara o fuera poco habitual: pantalones vaqueros elásticos, botas militares de color negro y camiseta básica de color blanco, bajo aquella chaqueta de color oscuro que ya me había quitado.

—No hace falta, gracias. Aunque no lo parezca sé desvestirme sola —dije, echándome detrás de la oreja un rizo rebelde que caía sobre mi rostro.

Sacudí mi mano en el aire, en un gesto de incomodidad pero aún manteniendo mi gesto de diversión. Si quería ser caballeroso y esperar, sin duda seguiría acumulando puntos por ese gesto de galán, pero... que lo hiciera mirando al valle...

—¡Date la vuelta! ¡No mires! O tendré que arrancarte luego los ojos a mordiscos...

- Veo que no te hace falta la ballesta para defenderte.- río mientras vuelvo mi mirada al frente para dejar que desvistiera tranquila. No era de mi tipo ser un depravado. -Pero recuerdo que no soy yo el va viendo abdominales a los chicos de aquí. comente de broma recordando eso de; "—No intentes buscar excusas para enseñar abdominales, como si en mi distrito no los hubiera." Dudaba mucho de que fuese así, se le veía recatada y tímida en ese sentido. En cambio yo no sentía ningún pudor con eso de quitarme ropa, bueno, no toda obviamente, pero que lo veía algo natural. Metí de nuevo la mano en el agua y moví los dedos viendo que se desdibujaban. Sólo era una forma de entretenerme mientras la esperaba. -Vera, apuesto a que es la primera vez que te bañas aquí, a estas horas, en ropa interior con un desconocido, conocido o cómo quieras considerarme.- bueno y ara mí también lo era, Algo que lo hacía más emocionante. -¿No te gusta sentir que estás desobedeciendo al Capitolio?

Contemplé mi ballesta tirada en la hierba para luego reír interiormente ante su comentario. Realmente no la necesitaba para darle un buen merecido a un chico. Lo pareciera o no, de pequeña los odiaba. Siempre era la que mordía los dedos a los pobres ingenuos. Ninguno me ganaba en una pelea de niños. Con el tiempo, por supuesto, la situación cambió y los empecé a ver de una forma más amistosa, frecuentando ambientes más masculinos que femeninos en la escuela. El lema de "la carne es débil", sin embargo, conmigo no valía. Vale, en mi distrito había chicos muy atractivos y fornidos, precisamente porque la mayoría de ellos acababan siendo leñadores, pero tampoco eran sus abdominales lo que más me interesaba. Aunque he de admitir que en su día fue todo un descubrimiento, por eso de las hormonas.

—Que haya dicho eso no significa que me haya fijado en ti —intenté decir a mi defensa, a duras penas pues la mitad de la frase me pilló sacándome la camiseta de tirantes por el cuello. No resultaba nada atractivo quitársela con una mano mientras la otra estaba ocupada en soltar los botones de mi pantalón. Agradecí que no me hubiera visto... si es que realmente seguía manteniendo la vista al frente, allá lejos en algún punto del horizonte. Me quité esta prenda completamente para luego dejar sobre los pantalones la camiseta blanca, de modo que no se ensuciara. Que viviera en la miseria no quería decir que no cuidara mi higiene lo más mínimo.

Enseguida me quedé en ropa interior. Noté cómo la piel pálida de mi diminuto cuerpo se ponía de gallina y mi vello se erizaba por todos mis brazos. No es que hiciera tampoco mucho frío, pero acostumbraba a darme los baños en una vieja bañera de madera, a resguardo de aquella brisa natural. No me pensé mucho el meterme en el agua mientras Thomas me hacía aquella última pregunta. Me metí de golpe, sin hacer caso a la voz de mi madre cuando decía que podía darme un corte de digestión. Hice aquello no sólo para que la impresión del contraste pasara rápido, sino también para poder ocultarme bajo el agua, lo cual era absurdo, teniendo en cuenta lo limpia que estaba.

No solté un gritito de chica, mi quejido fue más bien un gruñido bastante sonoro que corté tras meter también mi cabeza y volver a sacarla a la superficie en un manto de tonalidades amarillas. Soplé unas cuantas gotitas que cayeron por mis labios, y entonces abrí un ojo para contemplarlo. Esperaba que no hiciera la gracia de ofrecer el adentrarnos más al lago, apenas tocaría suelo.

—Siempre disfruto con eso. Pero he de admitir que resultaba más tentador pensarlo que hacerlo. Aunque ya parece estar más calentita —sonreí, moviendo mis brazos en el agua para que flotara sin problema alguno. La silueta de Thomas a contraluz a la luna me impedía verlo con claridad, pero me atreví a adivinar que seguramente mi reacción le habría parecido un tanto inusual y graciosa.

-¿No te has fijado ni un poquito en mí?-le pregunté de broma. -Eso es deprimente para mí. Adiós a mi masculinidad.Reí por lo bajo. Sabía que no era muy atrayente; mi punto fuerte era la caza y no las chicas. Únicamente era un chico normal que no destacaba por su físico. La situación ahora me era graciosa, yo mirando al frente más adelante y ella atrás dispuesta a cruzarme la cara si me atrevía a mirar mientras se reparaba. Entonces escuché el agua y ví ya dentro a Vera. ¿Cómo ha hecho eso? Me vuelvo para observar si era cierto,, y así era. Sólo se encontraba su ropa. Volví a mirar al frente cuando sacó la cabeza. No me podía quedar atrás así que me levanté y me tiré también. El agua estaba fresca ero mi cuero se fue acostumbrando a esa temperatura hasta estar perfecta. Saqué a cabeza y la sacudí haciendo que miles de gotitas saliesen dispersadas. -Si te digo la verdad creí que me costaría más convencerte.- le sinceré. Pero eso era un punto a su favor, me gustaban las personas que se apuntaban a mis locuras, aunque esta fuese una mas "light".

Me costaba hacer pie y yo era más alto que ella así que sería fácil fastidiarla. -Vera tu distrito es genial. - quizás a ella no le pareciese tanto como a mí ya que habría venido aquí varias veces y uno se llega a acostumbrar pero era realmente espectacular. -Aunque seáis un poco raritos.- sonreí. Solamente había estado con ella así que la cogí como referencia. Aunque eso era otro punto a su favor porque el ser diferentes no era más que una ventaja sobre el resto. Ahora que está distraída. Y salté sobre ella sorprendiéndola y haciéndole una ahogadilla.

FDR: Después de dieciocho años de ignorancia, he descubierto gracias a ti que no es "aguadilla" sino "ahogadilla"... Voy a autofustigarme un rato como escarmiendo y ya vengo. (...) Vale, ya.

¿Que si me había fijado en él? Ahora que se podía decir que tenía literalmente la mente fría, pude haber sido lo sincera que quería. Pero mejor no. ¡Pues claro que me había fijado! La apariencia era lo primero que entraba por los ojos, aunque no era lo más imprescindible. No era un factor que realmente me importara.

Thomas tenía un encanto personal, además de que resultara cautivador. Puede que no tuviera la formación física de un profesional de su distrito, pero sus rasgos faciales resultaban exóticos y fascinantes, aunque tampoco quería pensar mucho en ello. Lo que pasaba con Thomas era que jamás admitiría todo lo que pensaba frente a él. Mi orgullo no me permitía ciertas cosas. Además, tampoco se podría decir que yo tuviera el perfecto cuerpo, y no hablando de nutrición únicamente. Venía de una familia llena de tablas de surf.

Se sacudió como un perro rabioso una vez haber acortado la distancia que nos separaba dentro del agua. Me dio cierta envidia que tuviera el pelo corto para poder hacer eso sin taparse el campo visual de telarañas rubias, yo tenía que conformarme con peinar mi pelo de forma natural, saliendo del agua con el cuello curvado hacia arriba, con la elegancia de una sirena.

—Yo no he dicho que carezcas de masculinidad, ¡pones en mi boca palabras que no digo! No es mi culpa que no sepas aclararte entre tanta contradicción —dije, sacándole le lengua—. Siento no ser precisamente un consuelo cuando te digo que no ha sido cosa de tu persuasión —mentí, formado un fingido rictus en mis labios—. He entrado por voluntad pro...

Una sílaba tan sólo me quedó por pronunciar cuando de pronto noté cómo una mano me hundía bajo el agua. Apenas me había enterado de la "crueldad" que Thomas me había hecho hasta que pude salir a la superficie y coger agua, aprovechando mis manos libres para darle un puñetazo en su fuerte torso. Casi me hice hasta daño. Lo miré con los ojos entrecerrados y me acerqué a él con una sonrisa desafiante, los ojos muy entrecerrados, y mi dedo índice casi rozando su mejilla, al igual que mi nariz a alrededor de quince centímetros frente a la suya.

—Eso no se le hace a una señorita de metro y medio, distrito dos. Tendré que devolvértela.

Off rol: Pues no me hagas mucho caso que soy andaluz y muchas veces nos inventamos palabras XD, pero de siempre me he dicho "ahogadilla" así que puede que sea yo el que lleva 18 años de ignorancia.

Fue genial poder cortarle en mitad de la frase que decía que había entrado por voluntad propia y no por mi insistencia. Oh, seguro que ni se le habría ocurrido, sólo lo decía para no dañar su autoestima ante mi diminuta manipulación. Bueno en verdad seguramente era lo que habría dicho ella ya que era una idea divertida y decir que no era absurdo, pero me gustaba pensar lo contrario. Entonces me separé unos centímetros mientras ella volvía a salir por si quería la venganza ahora. Pero no valió de nada ya que cuando pudo me atizó con un puño, que aunque sólo valió para reírme más al ver cómo se quedo, luego me tuve que guardar la sonrisa al verla acercarse con postura desafiante. Lo suyo no era la fuerza en sí sino seguramente con armas como su ballesta. -Pues que la suerte esté de tu lado... -dichosa frase que ya todo Panem conocía. - ...porque no te voy a dejar señorita V era. Sonreí como diciendo "Venga atrévete"-Puede entonces que mi venganza sea mayor Distrito 7. Ahora me estaba sorprendiendo la complicidad que estaba teniendo con ella en estos momentos. Entonces recordé que la había conocida hace unas horas, aunque pareciese que no. Quizás fuera porque cómo que no andaba confiando en mucha gente y or una vez que había encontrado a alguien más o menos agradable quería aprovechar el tiempo disfrutando. Y eso me lo había recordado ella antes cuando dijo que prefería disfrutar lo que le quedaba hasta el día de la cosecha. No, definitivamente, ella no iba a ir y este año sería el último por el que pasaría el día de la Cosecha.

FDR: dos cosas, 1) ¡soy tan genial que pierdo el post dos veces y sigo sin guardarlo por si las moscas! 2) yo soy vasca, de la otra punta, y también me invento palabras, ¡así que no sé de quién fiarme más, si de ti o de mí misma! De todos modos me has dejado con la mosca, de modo que no dudaré en documentarme. Gracias, señorito, por sembrar la duda en mí ¬¬

Arrugue la nariz y entrecerré un poco más los ojos, mirándolo todavía desafiante mientras hundía mi dedo en su carrillo, intentando chincharlo como hacía con mis hermanos antes de escurrirme después de hacerles alguna jugarreta. La impotencia de saber de antemano que no podría devolverle la jugada me hizo tener que morderme las mejillas por el interior de mi boca. Como siempre me pasaba, todo el mundo me superaba en altura y la gran mayoría en condición física, Thomas, por lo tanto, no iba a ser menos. Era como la torre de un tablero de ajedrez, mientras que yo no era más que un simple e indefenso peón, una de las piezas que primero caerían no sólo en aquel juego de desconocidos, sino en un ámbito tan peligroso como en el de los Juegos del Hambre. Normalmente, en ocasiones normales, le habría dado un buen corte al escuchar aquella odiosa frase, exigiéndole silencio pues no me gustaba tener que oírla centenas de veces a lo largo del año, y más aún a unos pocos meses o semanas de la cosecha. Sin embargo, todo estaba siendo tan positivo que no hice nada salvo reprimir mi sonrisa, impedir que se ensanchara aún más. Realmente estaba disfrutando de su compañía. Tal vez eso era lo que necesitaba. Tal vez necesitaba de algún modo purgar mi alma de tanto dolor por medio de aquel baño tan purificante a su lado.

Sabía que esa venganza tan dulce que nombró no tardaría en servirse a plato frío, pero, a riesgo de poder tragar más litros de agua por la nariz, me atreví a devolvérsela tal y como me lo había propuesto.

—¡Te avisé! —dije, dando un pequeño salto de modo que mi cuerpo saliera hasta la altura de mi cintura. Como un mono colgando de una liana en la selva, me quedé aferrada a Thomas de un modo casi ridículo, rodeándolo por el cuello con uno de mis brazos mientras que con mi mano libre intentaba hundirlo, en vano, por la cabeza; incluso lo rodeé con mis piernas para cerciorarme de que, fuera conmigo o sin mí, iría al agua como que me llamaba Vera Kenia Monaghan. Pero, por supuesto, que todo hubiera salido tal y como lo tenía planeado habría sido demasiado pedir al tan inclemente destino.

¿Que estaría pensado hacer para vengarse? La ganaba en altura y en fuerza, aunque ella también tuviese la suya. Iba a ser divertido ver a Vera en acción aunque ya había visto que cuando podía usaba el puño. Sonreí cuando intentaba chincharme. - La venganza no lleva a ningún lado así que mejor no lo intentes.- dije avisándole aunque en verdad me gustaba ver su reacción. —¡Te avisé! Y se lanzó a mí sin darme tiempo a reaccionar. Pero poco le valió, aunque si para hacerme reír por lo bajo mientras intentaba quitármela de encima. Ella sujetándome el cuello mientras intentaba hundirme, una imagen única para quien nos pudiera ver ahora mismo. Pero en un movimiento resbalé cayendo al agua aunque con ella encima ya que cuando me dí cuenta rodeé su cintura para que no se escapará. Por lo que ella misma me lo había puesto en bandeja. Lo había conseguido pero ella vino conmigo abajo. Cuando salimos -Pequeña pero matona. le dije para luego cuando acabase de peinarse yo la volviese a despeinar con una mano. -Guau me has dado una lección distrito 7. Normalmente ahora sería el blanco de burlas en el 2 si supiera que ella había podido conmigo. Me daba igual, esto no era una competición, y me lo estaba pasando genial con ella. -¿Es que ya has entrenado ahogando a alguno de los abdominales de aquí?- le dije de broma. Me estaba sorprendiendo el grado de confianza que estaba teniendo con ella ahora. -Vera, ¿he ganado ya los suficientes puntos cómo para que me visites? -pregunté ara el reto del principio.

Para mi sorpresa, repentinamente conseguí hacer que Thomas se hundiera, aunque llevándome él conmigo detrás. No sabía si realmente lo había conseguido, si había flaqueado o le había pillado por sorpresa, o si en verdad él me había dejado ganar. Esperaba que no fuera aquello último, aunque realmente no me importó la razón por la que conseguí darle su merecido, sencillamente no quería ser la única en respirar agua aquella noche.

Cuando salimos, me solté rápidamente de él un tanto ruborizada. Agradecí que mis cabellos taparan mi rostro en aquel momento, porque seguramente habría sido una mezcla de sorpresa y de diversión como resultado, algo que no me gustaba que cualquiera apreciara. Me peiné con rapidez. Odiaba la sensación de pelo mojado obstaculizando mi campo visual. Si no me gustaba cerrar los ojos ni cuando tenía que dormir, menos me gustaba no ver más que telarañas rubio-cenizas durante mi consciencia.

Thomas volvió a alborotarme el pelo, haciéndome mirarlo con una mirada de desaprobación y apartar su mano de un golpecito; no quería ser muy bruta con él en un momento donde estuviéramos bromeando y pasándolo verdaderamente bien. Tal y como me había dicho: "pequeña pero matona", y eso que no me había visto dar una de mis tan famosas collejas familiares; ni aunque Thomas hubiera sido mi hermano mayor se habría librado de ellas.

Me oculté como un cocodrilo en las aguas dulces del lago, sólamente mostrando mi cabeza, comenzando desde mi barbilla. Mi cabello, echado hacia atrás, caía en suaves mantos sobre el tranquilo oleaje del estanque. Victoriosa, alcé mi rostro con fingida suficiencia.

—Qué gracioso —murmuré después de soltar una seca carcajada. Ja-ja. ¡Y de nuevo con el tema de los abdominales! Si realmente supiera lo remilgada que era...— Te habría dado una mejor en tierra firme —chuleé, en parte yendo bastante en contra de lo que sería el pronóstico de una pelea entre ambos. Por supuesto que perdería si aquello fuera cierto.

La pregunta de Thomas me hizo crispar mis labios en un gesto avergonzado. Rememorando la pregunta que le había hecho antes de llegar a la llanura "¿Te gustaría que te visitara?" Thomas realmente parecía querer que lo hiciera. No me veía en un sitio como el distrito dos, en mi más profundo y sincero ser sabía que lo odiaría incluso antes de poner pie en él, por eso no me conocí a mí misma cuando me mordí el labio y desvié la mirada, asintiendo con la cabeza.

—Supongo que sí.

Me hacía gracia ver que a la gran mayoría de chicas les molestaba que las despeinasen. Era una forma estupenda de hacerlas rabiar y al ver su cara supe que no debería de volver a hacerlo. -Oh venga si estás bien de todas formas.- le dije para calmarla cuando espantó mi mano con un golpe. Mi intención no era solo esa, ni piropearla porque si, sino que si quería mantener una buena imagen delante de mí que supiese que no hacía falta. -Aunque si lo haces para ver mejor estoy de acuerdo. El pelo se le ponía frente a los ojos y también podía ser por eso. Le ayudé con un mechón que le había descolocado. -No, no era una broma, solo estoy preocupado porque yo no muera ahogado por ti. - le dije siguiendo la broma con respecto a si había ya ahogado a alguno de esos abdominales de por aquí. -Pues entonces me quedaré aquí para siempre y no pisaré tierra firme por el miedo a que la pequeña Vera me pegué una paliza.- le dije burlándome de esa amenaza. Sería interesante ver su ballesta contra mi arco pero no me imaginaba luchando contra una persona como ella. Si hubiésemos coincidido en algunos Juegos de seguro que nos habríamos hecho aliados. Pero por suerte eso no iba a ser así ya y el año que viene ambos disfrutaríamos de la libertad. Cuando le pregunté si tenía ya los puntos necesariosp ara que viniese a visitarme, realmente me esperaba una respuesta ingeniosa para no tener que responderme. —Supongo que sí. ¿Lo decía en serio? Detestaría el lugar, no era por el ámbito que ella se movía y seguramente la mirarían con ojos de superioridad las personas de allí. -¿En serio? Me pillo desprevenido esa respuesta y ella andaba con la mirada desviada. Me acerqué y la abracé quizás mas efusivamente de lo que yo mismo me esperaba.

Como de costumbre me pasaba en ocasiones similares, el ser repentinamente abrazada me dejó profundamente descolocada y con la palabra en la boca. Frente a su halago y sus bromas no pude hacer nada más que fruncir los labios al sentir cómo me rodeaba con sus fuertes brazos.

Hacía bastante tiempo desde la muerte de mis padres que nadie me había abrazado, quien lo hizo fue para darme el pésame, algo que calmó la intranquilidad de todos menos la mía durante aquellos días de luto sin funeral organizado. No comprendí la razón que llevó a Thomas a compartir semejante gesto conmigo, pero supuse que tendría sus razones. Atrás había quedado ese pensamiento de que lo había conocido aquel mismo día; muchas personas trababan amistades en tiempo récord, que fueran duraderas o no era otro tema, ¿no? Parpadeé un par de veces, con el cuerpo bastante estático bajo el agua y los pies todavía de puntillas de modo que no me hundiera. No tardé en relajar la tensión acumulada en mis hombros, suspirando profundamente y sonriendo de medio lado. Quise confortarlo, así que le correspondí el abrazo aunque aquello me hubiera llevado varios segundos de reacción. Rodeé su cuerpo para colocar delicadamente mis manos sobre su ancha espalda y apoyar mi mejilla derecha en su torso, ocultando mi rostro pues realmente me sentía avergonzada. Me había comprometido, ya no podía echarme atrás. Primera vez que saldría del distrito siete y sería para ir al dos, quién lo diría.

—Pero llévame a un sitio bonito y apartado, ¿vale? —aunque sonara a una propuesta indecente, no hubo ninguna segunda intención en mis palabras. Sencillamente sabía que no encajaría demasiado bien. Me darían igual las miradas de superioridad, siempre y cuando pudiera tranquilizarme en algún rincón dada la inmensa muchedumbre de clase mayor en el distrito dos. Si Thomas me había impresionado, esperaba que sus iguales lo hicieran del mismo modo tan positivo. Odiaba el vacío social, aunque tampoco era algo que me fuera a afectar demasiado teniendo en cuenta su compañía. De todos modos, intenté no pensar al respecto. A penas había acabado el día y ya estaba pensando en lo agusto que me encontraría en el susodicho sitio. Todavía quedaba tiempo para ese segundo plan y ese pánico que viviría al montar por vez primera en tren.

El decir que si estaría dispuesta significaba para mí otra cosa. No que estaría dispuesta a coger un tren y plantarse en aquel estricto superficial y desagradable con los nuevos, sino el que nos volviéramos a ver y pasar de nuevo un rato divertido como este. Me daba igual el distrito pero sabía que ella no disfrutaría en el 2 como yo lo había hecho aquí. Noté como ella correspondía a mi abrazó que la dejo seguramente perpleja, y siendo sincero yo también. Acababa de descubrir que no era desagradable con todo el mundo, o quizás si haciendo como excepción a Vera. -Sólo quería saber si querías volver a verme. Me da igual si es aquí no. Pero puedes venir sólo si tú quieres y no por obligación. Quizás fuese divertido. Me daba igual que el resto la mirase mal a ella o a mí, que pensasen lo que quisieran, sólo me apetecía divertirme después de mucho tiempo sin hacerlo. Todo giraba sobre el día de la cosecha, que sería pronto, y los nervios para todos eran perceptibles y el pasar un buen rato era de agradecer. —Pero llévame a un sitio bonito y apartado, ¿vale? Me separé un poco mirándola extrañado. -¿Por qué? Parecería que me avergüenzo de ir contigo. Era raro que me lo pidiese ella. Pero siempre solía ir por zonas poco transitadas para evitar a la gran cantidad de Agentes de la Paz. Eso evitaba siempre cualquier peligro. Entonces me fijé en la cercanía. -Oye, ¿porque me abrazas?

La respuesta a si me apetecía volver a estar con Thomas y pasar rato similar era más que afirmativa, por eso no llegué a comprender la preocupación o duda de su tono de voz; tal vez mi posible respuesta le había causado antes cierta impresión y ahora temía que me echara atrás. Era obvio que no era el único pasándoselo bien allí, así que en cierto modo no tenía nada de qué preocuparse. Se me notaba en todo, o tal vez sólo me lo notaba yo misma, pues normalmente no era así de energética y jubilosa.

No dudaba en que Thomas se avergonzara de mí, pues si realmente lo hiciera no me habría propuesto reencontrarnos. Pero ya me había comprometido a ir a su distrito, y aunque hubiera sido bajo condición, cumplía con mis promesas. No sabía cuándo, pero el visitarlo quedó añadido a mi lista de quehaceres. Supuse por su impresión y reacción ante la llanura y el lago que no tendrían nada así en el distrito dos, pero a mí me daba igual con qué iría a encontrarme, lo único que quería era estar en un sitio cómodo junto a él, y, conociéndome, tendría que ser uno no muy poblado. Tal vez entonces podría demostrarle mis habilidades con la ballesta. No era cuestión de vergüenza, lo sabía, ni por su parte ni por la mía, era más bien por evitar esa sensación de encontrarme frente a lo desconocido, frente a una muchedumbre de gente desaprobaría mi estancia allí. Que me juzgaran por cómo me viera incluso me importaba menos a que lo hicieran por mis raíces de habitante del distrito séptimo.

—Oye, ¿por qué me abrazas? —dijo, repentinamente sacándome de mi nube de ensimismamiento, casi como si me hubieran echado una jarra de agua congelada encima. Fruncí el ceño, preguntándome a mí misma exactamente las mismas palabras. “Oye, Vera, ¿por qué lo abrazas?” Ah, sí, me había resultado reconfortante, pero mejor no decírselo. Carraspeé, separándome casi instantáneamente, como una niña negando una travesura nada más después de que la hubieran pillado con las manos en la masa.

—Yo no te he abrazado, ¿por qué me has abrazado tú? —nuevamente me permití el lujo de rebotar cierto interrogante. Me crucé de brazos, aunque aquel gesto de poco sirvió teniendo en cuenta que volví a ocultarme en el agua.

El suyo y el mío eran distritos muy diferentes, sobre todo en el plano económico. Uno era denominado pobre y otro rico. Además la forma de vivir en el Distrito 2 era acomodada por lo que no había que hacer las mismas hazañas para comer que aquí. Pero aunque ella viviese como en otro mundo lo pasaríamos bien si en verdad cumplía su promesa de pasarse por allí. Podríamos fastidiar a los Guardias u otra cualquier cosa. La verdad eso parte no me preocupaba ya que había miles de cosas para hacer, lo que mas me ilusionaba es que ella viniese, aunque no es que la conociese de toda la vida, pero como si lo fuese. No me imaginaba a una chica como Vera en mi distrito. Entonces cuando le pregunté porque me abrazaba se separó instantaneamente —Yo no te he abrazado, ¿por qué me has abrazado tú? -Yo te abracé pero tú también a mí. - claro que lo había hecho. No me lo estaba inventando. ¿Y porque lo hice yo? Quizás me había alegrado excesivamente cuando me dijo que vendría. -Ehm... yo te abracé...porque- activé en mi cabeza el chip de la mentira. -...en mi distrito se cierran así los tratos. Mala excusa. Hacía tiempo que no había mentido y había perdido la práctica. -Bueno será mejor que salgamos. - no se si se le había pasado ya por la mente pero me adelante. -Salgo yo y me cubro los ojos para no verte. No me gustaría sentir tu furia.

Era evidente que mi respuesta no fue en absoluto convincente ni acertada. El chico no estaba loco ni deliraba lo suficiente como para que se hubiera inventado aquel abrazo que por supueto era existente, realmente había pasado. Esperé a su respuesta antes de decir nada, alzando las cejas y asintiendo como si realmente le creyera, aunque realmente no quedándome muy satisfecha con aquel pretexto. Al menos lo había ocultado mejor que yo. Preferí no achacar a nada en concreto su abrazo y sencillamente dejarlo pasar, si no me quedaría sin neuronas para hacer frente y continuar con semejante interrogatorio.

Volví a mover la cabeza dándole la afirmativa. Tenía razón, tal vez lo mejor sería salir ya del agua; yo, al menos, ya comenzaba a notar el frío de la noche, ¡y más que lo notaría cuando saliera a la interperie! Me quedé a la espera de que él se vistiera, evitando yo también mirarlo... demasiado. Una vez hubiera terminado, por supuesto, me vestiría rapidísimo, aunque sería un fastidio teniendo en cuenta que mojaría el resto de la ropa y volvería calada a casa. De pronto, mis ganas de sentarme junto a una pequeña fogata incrementaron. Y no, no era por la secreción de adrenalina que suponía mirar fijamente a Thomas durante más de unos minutos.

—Como bien te he dicho antes, te arrancaría los ojos a mordiscos —le recordé con una sonrisa divertida, acercándome poco a poco a la orilla y pudiendo tocar cada vez con más estabilidad el terreno del lago.

A mi no me importaba admitir que la abracé porque era cierto pero primero debía de admitirlo ella. Ahora me avergonzaba un poco esta situación. Al parecer ya había recuperado mi timidez inicial. Pero al final lo dejamos pasar, algo que aradecí. Entonces como quedamos yo salí primero. Si ahora me vestía se mojaría todo y eso sería mucho peor. Me senté sobre la hierba y me cubrí los ojos cuando escuché su recordatorio. -Puedes cubrirte con mi chaqueta, si no quieres estropear tu ropa e irte empapada.- le dije mientras con una mano palpaba el suelo ya que con la otra me cubría los ojos. Las cosas que me obligaba a hacer.... Cogí la chaqueta y a ciegas se la lancé. Total la chaqueta le cubría más de lo que debería debido a la talla por lo que no se le vería nada mientras conseguía secarse. Yo no tenía frío, siempre había sido una persona muy cálida. Y no, no eran por las hormonas ni nada. Además no había visto nada. - Me gustaría verte con mis pintas. Distrito 7 disfrazada de distrito 2. Me destapé los ojos cuando escuché la cremallera cerrarse.

Me extrañó que, en una de las ojeadas que le eché a Thomas, no se estuviera vistiendo, aunque luego comprendí que tal vez estuviera evitando aquello en lo que pensé yo sobre volver con la ropa mojada a casa. Cuando vi que se tapaba los ojos, reí divertida entre dientes. Lo cierto es que le estaba poniendo demasiadas pegas con todo al pobre, pero tenía que aprovechar mientras no pareciera importarle. Salí a toda prisa del lago, decidida en taparme aunque eso supusiera tener que mojar todas mis prendas cuando se ofreció a dejarme su chaqueta y me la lanzó. La cogí al vuelo, y aunque no me pareció justo desvestir a un santo para vestir al otro, pues luego él volvería mojado de todos modos y yo bastante seca, accedí a ponérmela después de replanteármelo durante varios largos segundos.

La chaqueta de Thomas me quedaba exageradamente grande, aunque sobre todo larga, hasta el punto de que casi me valía como vestido y las mangas como manoplas. Seguramente me viera muy graciosa. Me eché mi pelo mojado hacia un lado, escurriéndomelo con insistencia y luego alborotándomelo para que se fuera la humedad, para finalmente peinármelo hacia atrás. Entonces, me abroché la cremallera y llevé mis manos a mi cintura.

—De pintas nada, me sienta mejor que a ti —bromeé, sentándome a su lado para luego acabar tumbada mirando al cielo. La chaqueta de Thomas tenía un aroma personal, agradable y sorprendentemente no tan fuerte, característica que me había venido a la cabeza al verlo por vez primera. Era habitual en cada persona no percibir su propio olor. Si a Thomas alguna vez se le había pasado por la cabeza y nunca lo hubiera adivinado, yo podía corroborar que su fragancia era mejor que cualquier perfume que vendieran en el Capitolio.

Cuando la vi con mi chaqueta la primera impresión fue reír, o yo era demasiado alto o ella era demasiado bajita. En verdad no le quedaba del todo mal, aunque la hacía parecer más inofensiva y aniñada que antes. Quizás fuese el momento ahora de arrepentirse por habernos tirado en el estanque sin haber pensado en el después, pero raramente no lo hice. Se estaba bien y con ella había descubierto que no todo en mí había desconfianza y frialdad. No es que fuera a cambiar mi forma de ser, ya que sería igual de arisco que antes, pero no con las personas que en verdad eran agradables. Era una cosa extraña, difícil de explicar. Ahora estaba siendo yo, si, pero de otra forma que nunca había sido por la simple razón de la sobreprotección. Cuando cogía cariño a alguien por alguna u otra razón acababa yéndose o defraudándose. Por eso siempre vi mejor no llegar a ese contacto con nadie, hasta esta noche. ¿Y si fuese verdad que ella sería elegida para ir a los Juegos? Entonces su comentario me hizo despertarme de mis pensamientos. -Más quisieras tú.- le sonreí viendo de nuevo sus pintas mientras se sentaba a mi lado.

Entonces recordé lo que antes había guardado. Cogí el pantalón y saqué la manzana que antes tenía. Me levanté y la lavé en el estanque para luego volver a mi sitio. Dí un mordisco pequeño por si acaso no estaba buena. Pero no, estaba bien. Me dí la vuelta ara dirigirme a Vera que estaba tumbada como antes de habernos metido, siendo la única diferencia lo que llevaba puesto. -¿Quieres probar de mi caza de hoy?- le preguntó mientras se la daba.

No me importaba demasiado las pintas que tuviera con su chaqueta, pero al menos nos había dado otra razon para reñir de forma amistosa. Le quedaba mejor a él, era obvio, pero quise insistir ante la idea que era lo contrario, tan sólo para ver su reacción.

—Me queda mejor que a ti te quedaría mi ropa, ¿no es así?

Nunca me había puesto ropa de chico, sólo de mi padre y hermano: un pijama cuando el mío me había quedado pequeño y una camiseta que le había quedado pequeña y usaba casi siempre para ir de caza con mi padre. Aquel recuerdo me enterneció y entristeció tanto al mismo tiempo, que cuando vi a Thomas ensimismado no le pregunté qué le pasaba por la cabeza para tener cara tan larga, sencillamente me reincorporé hasta volver a quedarme sentada y me abracé a mí misma, ocultando mi cabeza sobre mis rodillas y sonriendo.

Entonces Thomas se levantó y se volvió a acercar al estanque. Mi mirada lo siguió de forma curiosa, tal vez iría a beber agua. Me sorprendió que volviera con algo entre sus manos. ¡Era una manzana! Si no me equivocaba, seguramente fuera la que había producido nuestro primer encuentro. Le había dado un mordisco, y, aunque hasta ahora no hubiera tenido hambre, de pronto un mínimo de apetito se encendió en mi estómago. Aquella no fue la razón, sin embargo, por la que me vi obligada a rechazar su gesto.

—No, tranquilo. Es tuyo —apreciaba demasiado la comida y el sentido de la propiedad, pues aunque soñara con una sociedad utópica sin pertenencias, no podía evitar pensar que era su manzana y por lo tanto era su hambre la que se tenía que saciar, y no la mía.

Volví mi mirada hacia ella y sonreí ante su comentario. -Pues pareces ser del Distrito 2 y no creo que eso te guste mucho. - le dije sólo con la intención de fastidiarla. La mayoría detestaba ese lugar, y seguramente ella no sería menos aunque al principio, cuando le dije de donde era, no me pareció encontrar una mueca de desagrado de su parte.
Entonces cuando le ofrecí la manzana pareció dudar un poco antes de negarse por completo. -¿Siempre sueles ser tan correcta?- le pregunté con verdadera curiosidad. No sé, parecía siempre dispuesta a llevar a cabo todo el protcolo que sabía. No habíamos comido nada hasta entonces y habíamos caminado hasta aquí y luego estar en el estanque, así que no me podía creer que no tuviese algo de hambre. -En mi distrito hay mucha comida así que no te preocupes. En verdad así era. Cualquier cosa que se cultivaba, cosechaba y cazaba en los demás distritos llegaba al 2, al mercado de la plaza. -Ya lo comprobarás cuando me visites.

Thomas me comparó con alguien de su distrito, lo cual no acabé tragándomelo del todo. Nunca, y no sólo por el odio irracional que tenía hacia su gente, exceptuándolo a él desde aquella noche, parecería alguien del distrito segundo. ¿Por qué? Sólo hacía falta mirar mis secas manos y las heridas de las astillas en la piel que rodeaban mis largas uñas.

—Perder mi feminidad y verme más masculina me preocupa más que parecer ser de tu distrito —poniendo ambas cosas en una balanza, estaba claro que mentía, pero también cabía decir que si ya de por sí no vestía como una auténtica señorita, o lo que el Capitolio consideraba una mujer femenina, el efecto sería aún mayor llevando la chaqueta de Thomas.

No sé si el comprobar lo que me dijo me iría a calmar mucho, pues en cierto modo incrementaría mi rabia, pero fui respetuosa y me encogí de hombros, desviando la mirada.

—En realidad, aunque no te lo parezca, soy bastante incorrecta, cínica y nihilista. Sencillamente con el tema de la comida soy muy respetuosa. Si no hay comercio de por medio, para mí esa manzana te pertenece legítimamente. He estado días sin llenar en absoluto mi estómago, ni un mordisco saciaría ese hambre ni tampoco habrías de preocuparte por ser amable y ofrecérmela, en cuanto llegue a casa cenaré —no intenté demostrarle nada, ni quedarme por encima, ni mucho menos hacerle ningún tipo de promesa, únicamente intenté transmitirle los valores de mi familia, que siempre había sido muy tolerante y atenta en ese sentido.

Desvié mi mirada hacia él, sonriéndole casi como en señal de disculpa y colocando mi mano sobre la suya, que sostenía el fruto.

—Pero gracias, se aprecia —dije, guiñándole un ojo, para volver a mirar al frente.

No pude reprimir una sonrisa con su comparación. -Pues no te preocupes, eres muy femenina. -al menos desde mi punto de vista. Era un chico y, por tanto, no tenía mucha idea sobre la moda del Capitolio. En esos temas andaba despistado. Pero aún así yo a ella la veía muy bien, incluso con mi chaqueta. - ¿Por que lo eres no? -le dije de broma. Vera tenía su atractivo y su personalidad era peculiar. Con la charla que me echó sobre su costumbre con los alimentos me lo demostró. No dije nada al respecto ya que si así pensaba ella lo tendría que respetar. -Entonces, ¿que tendría que hacer para invitarte a cenar? -dí un mordisco a la manzana mientras pensaba qué pensaría sobre eso. Es decir, ¿nunca había dejado nadie invitarle a nada? Supuse que ara es tendríamos que ir a cazar. Era muy confuso la idea esa que tenía ya que me hubiese gustado dársela. Para no molestarla preferí no insistir. -Pues yo te sigo viendo demasiado correcta, cómo si quisieras mantener todo bajo control...- seguramente si ella pensaba lo contrario es que me estaba equivocando pero era la impresión que ahora tenía de ella. -¿Y tú como me ves a mi? pregunté solo pr curiosidad. Nunca hacía caso sobre las opiniones de los demás sobre mí, y jamás se l habría preguntado a nadie pero ella era distinto.

La duda ofende, decían. ¡Y realmente lo hacía! Con una sonrisa contenida, le propiné a Thomas un puñetazo en el hombro por decir aquello. Sabía que bromeaba, pero últimamente me estaba dando por adquirir esa faceta de cría-barra-adolescente-sexualmente-reprimida-frente-a-los-chicos. Y quien decía últimamente quería decir aquella noche junto a Thomas, únicamente junto a Thomas. Se estaba llevando una imagen de mí que realmente no era. O tal vez sí. Ni idea, el comportarte de un modo u otro dependiendo de la persona con la que se interactuara generaba cierta confusión a la hora de comparar relaciones. Lo cierto era que desde que dejé de ser una niña no me comportaba así. Supuse que aquello era algo bueno. ¿No?

—Mínimamente femenina, sí —"mínimamente" dado que la mayoría de mis amistades en la escuela eran chicos y no era tan modosa como las demás muchachas, al menos en otros aspectos lejos del tema chicos. Claro ejemplo era la ropa, que sólo vestía por comodidad, como la mayoría de las personas de mi distrito aunque éstas cuidaran también un poco su apariencia.

La buena pregunta fue la siguiente. No me lo tomé como una indirecta porque ¿lo era? Sencillamente lo veía como algo en lo que jamás había pensado antes porque nunca se me había cruzado en la vida cierta situación.

—Nunca he cenado en una casa que no fuera la mía. Supongo que para cenar con alguien deberíamos compartir un botín, por así decirlo, de modo que uno no llevara más que el otro. No me malinterpretes, me apena mucho ver por las calles a gente que lo está pasando peor que yo, pero en este distrito no existe la caridad. Sencillamente no hay nada que hacer por ayudar en ese sentido. Correcta en ese sentido que tú dices sí que soy. Soy meticulosa y responsable, la vida me ha hecho así. Pero también sé portarme mal —mostré una fingida sonrisa malvada—. No, en serio, en el fondo nada me contenta ni me hace feliz. Ahora no tengo más que agachar la cabeza, pero no tengo pelos en la lengua la mayoría de las veces.

Suspiré profundamente, posando mi mirada en sus ojos y analizándolo seriamente. No pensaba bromear respecto a la impresión que me había causado y cómo se había comportado conmigo. Veía a muchas personas como un libro abierto, pero a él lo veía tan cerrado... que al arriesgarme no sé si daría en el clavo, pero juzgaría, sin duda, partiendo de lo que ya sabía.

—¿De verdad quieres que te lo diga? —pregunté, alzando las cejas de forma sugerente como si lo que iba a decir fuera un tema bastante picaresco o confidencial.

Me dio un golpe en el hombro. Me era un tanto extraño esta relación con ella, como si hubiésemos sido amigos desde siempre. -¿Minimamente?-repetí extrañado. Se es completamente o no se es, así lo veía yo, pero no una parte si y otra no. Si que era cierto que no había a muchas chicas como ella, es decir, la mayoría con las que hablé eran sosas, presumidas y muy superficiales. Difícil poder pasarlo bien como hoy había hecho con Vera con ese tipo de chicas cuya preocupación era ir a la moda de lo que el Capitolio les regía. -Pues me gusta cómo eres... Si el significado de feminidad era lo anterior que mejor que no fuese así. Pero esto era su parecer porque yo a ella si la veía como una chica. Bueno, es que lo era, obvio está, pero me refría de otro modo más complicado de explicar.- ... quiero decir que cuando te relajas se está bien contigo. Cuando dije esto pensé en mi mismo ya que en ese sentido podía ser igual. Había desconfiado de ella al principio y reacio a una amistad, pero que cuando pasé de esas ideas me lo pase bien.

Escuché entonces lo que dijo. -Me gustaría ver cuando te portas mal, aunque creo que eso es un reto para ti. Quizás sea una estupidez que yo te dé consejos porque soy el más imperfecto de todo Panem, pero creo que deberías preocuparte un poco menos ya que con eso no se va a solucionar nada. -Aunque ella se aferrase a lo mínimo para ayudar a los más desfavorecidos. La desigualdad de clases era obvia. -Algo debe de haber que te haga feliz, ¿no?. No me imaginaba una vida llena de tristeza. Siempre había algo que te ayudaba a vivir mejor. Cruzó su mirada con la mía cuando le pregunté que podía pensar de mí. —¿De verdad quieres que te lo diga? ¿Tan malo me veía? -Claro.

Mínimamente, sí. Me era difícil de explicarle por qué había usado aquel adverbio. Era obvio que era una chica, aunque dentro de ser una chica había niveles de feminidad. Yo no tocaba para nada el cielo de la perfección de la delicadeza, ni mucho menos llegaba a comportarme como un chico, pero sí que era cierto que era bastante descuidaba y me la traía bien floja que me juzgaran por frecuentar más ambientes masculinos que femeninos. Los chicos y sus aficiones siempre habían sido más tranquilas y libres. Las chicas se preocupaban demasiado por el qué dirán y por las consecuencias de todos sus actos. Eso estaba bien, pero en su justa medida. Como sabía que no podría explicarme por claridad, me dediqué a encogerme de hombros y mostrar una pequeña mueca.

—No me considero precisamente tan fina ni perfecta como una muñeca de porcelana pero gracias —reí entre dientes, dada la confusa pausa de su frase—. Te he entendido. Y has tenido suerte en ese sentido, una vez más —dije, en vista a que la suerte, sin duda, había estado siempre de su parte, impidiendo que saliera elegido en alguna cosecha—, porque no me relajo tan fácilmente con nadie.

Con todavía la mirada fija en sus ojos, me tumbé completamente en la hierba, llevando las manos sobre mi vientre y mirando el cielo estrellado. No quería plantarle cara durante mi próximo discurso, así que cerré los ojos a pesar de que este gesto siempre me hubiera parecido aterrador.

—Hace cosa de un año que nada me hace feliz por razones diversas, pero he de admitir que hoy todo ha dado un giro enorme; supongo que para ti también dado que inspiras cierta inseguridad y miedo a la hora de conocer a la gente, tal vez por un cúmulo de sucesos o un grupo de personas que te hayan defraudado a lo largo de tu vida. No intento echarte nada en cara, porque yo soy igual. Me estoy limitando a describirte. Como bien es evidente, desconozco tu historia, pero sé lo suficiente para compararte con... —abrí lentamente los ojos, quedándome pensativa y con las manos suspendidas en el aire, moviéndose lentamente en un frustrado intento de encontrar la palabra correcta— una granada. Cuando te dan una granada por primera vez intentas morderla pero su sabor es ácido y un tanto repelente, pero eso tan sólo es una faceta, y aunque se la conozca por eso no significa que ése sea su verdadero sabor. Una vez le vas quitando la piel, o, en el caso de las personas, vas abriendo nuevas puertas hacia su verdadera personalidad, te das cuenta de que en el fondo todos sus defectos y virtudes resultan ser en conjunto tan dulces y tan apetecibles como un día de cumpleaños.

Avergonzada y dando mi opinión por concluída, carraspeé, mirándolo con cierto rubor en mis mejillas.

—Por supuesto, tú no eres una fruta. No tomes lo que digo al pie de la letra.