Comprando a los pescadores (Mekare N.)

Cierro los ojos en cuanto el tren se detiene y las puertas se abren Aspiro prfundamente y sonrío ante el olor profundo y característico del mar. Me encanta el cuatro. Mamá proviene del cuatro y siempre nos ha contado historias del mar, desde muy pequeños. Antes de la arena, habíamos venido algunas veces. Era dificil moverse entre los distritos, pero no imposible si tenías algun motivo de peso. Mamá utilizaba la excusa de la pescadería para camuflarnos en sus viajes de negocios y enseñarnos el mar, los peces y los barcos.
Ahora, desde que era un vencedor, puedo moverme por los distritos a mi antojo, sin tener que esconderme o dar excusas a nadie. Puedo ir a comprar pescado fresco al cuatro, o a por madera al siete, o a por carbón al doce. O simplemente ir a dar un paseo al distrito que me apetezca. Y hoy, como la mayoría de las veces, me apetecía venir al cuatro.
En cuanto bajo del vagón sé perfectamente a donde tengo que dirigirme. Mis pies me llevan casi automáticamente hasta la playa sin que tenga ni que pensarlo. En cuanto mis zapatos rozan la arena, me descalzo y guardo los calcetines dentro de los zapatos, dejando que mis pies se hundan, pringandose de la arena que los rodea y acoge como si fuera su lugar natural.
Empiezo a pasear por la playa, por el borde entre el agua, sobre la arena húmeda, observando a los pescadores que estan mas cerca de la costa. Algunos pescan directamente desde la playa, o recogen moluscos en las rocas. Siempre suelo recurrir a ellos para comprarles directamente el pescado. Se lo pago mas generosamente de lo que lo hacen en las lonjas y yo me aseguro de que el pescado es totalmente fresco. Hoy, sin embargo, me llama la atención una figura cerca de las rocas, pero en la arena. Tiene una caña de pescar a su lado pero también lo que parecen ser un par de arpones.
Me acerco sin demasiada prisa, observando. Es una chica. Una chica pelirroja. Se la vé joven. Me acerco hasta estar a apenas dos metros, observando que tiene el cubo bastante lleno, aunque sean pescadillas. ¿Me venderías algo de lo que hayas pescado?

El sol decide salir de detras de las nubes, tras haberse ocultado durante unos cuantos dias, premiandonos con un día calido tras aguantar unos terribles vientos la última semana.
Como cada mañana, Gabriel es el primero en marcharse con sus cosas de pesca, mientras que mamá y papá, junto con Kayla, bajan al pueblo. Ellos a abrir la pescaderia y mi pequeño tesoro a la escuela, que ya le toca despues de haberse pasado dos dias en cama con tos.
Finalmente y, tras meditarlo un rato, decido sacar un par de arpones del armario, una caña de pescar, varios anzuelos de los que yo fabrico y un par de redes tejidas por mi.
Bajo el acantilado de casa, escondida entre unos matorrales está nuestra vieja barca a motor. Dejo los arpones y todo ello en el suelo de la barca y la guio hasta el agua, arrancando el motor tras tirar fuertemente de la cuerda de arranque.
Me siento en la popa del baco, dirigiendo desde allí el timón. A escasos minutos en barca, cerca de una islita de rocas con un par de arboles despistados, hay unos bancos geniales, así que extiendo la red, pero pasadas unas horas no tengo mas que cuatro o cinco pescadillas en el cubo de pesca. Suspiro, más bien bufando y acerco la barca a la costa. Monto allí mi campamento de pesca, con la red fijada entre las rocas, ya que en esta zona de rocas y arena hay bastantes bancos. Logro dar entre las rocas con un pulpo de tamaño pequeño, pero genial para almozar hoy pulpo. Lo limpio, tal y como me enseñó hace unos dias Alice y lo dejo en otro cubo en la barca.
Los minutos pasan tranquilamente, convirtiendose en horas, mientras voy añadiendo pescadillas al cubo y notanco como el sol me va picando en la piel Seguro que con tanto sol me salen ronchas rojas en la piel.
Estoy tan distraida comprobando que el sedal de la caña esté en buen estado que no me doy cuenta de que una silueta se cierce sobre mi. Cuando oigo la voz a escasos metros, no puedo hacer menos que llevarme la mano al cuchillo que siempre llevo atado a la pierna en señal de alarma. Tal vez sea excesivo, pero no estoy acostumbrada al acercamiento de la gente.
Observo al muchacho que se ha acercado a mi. Es joven y no viste de blanco, asi que descarto nada más con el primer vistazo la idea de que sea un agente de la paz.
Alzo las cejas, incredula y algo desconfiada cuando me dice si le venderia algo de lo que he pescado. Me incorporo un poco más, destensandome, tratando de relajarme un poco. No es bueno actuar tan a la defensiva... Examino al chico de arriba a abajo. No es de aqui. Podria serlo, por el color tostadito de la piel, pero su forma de vestir me dice que no, que tal vez tenga alguien de quien ha heredado esa piel, pero que no es de aqui. Su cara me suena. Me resulta algo familiar.... ¿acaso es un primo lejano de papa?
No creo... no se parece... Observo sus ojos, duros y profundos, y entonces sé de que me suena tan familiar.
Los juegos.
Los septuagesimosegundos Juegos del Hambre, si no me equivoco. Un joven chaval de apenas catorce años, vencedor del distrito 3. Un genio intelectual. Casi trastabillo hacia atras cuando lo reconozco. -Te reconozco... tú no eres de por aqui.... Eres del tres... El vencedor de hace unos años... recojo el sedal de la caña, tratando de calmarme por dentro. -No va a hacerme daño... no tiene motivos... Pero ¿que hace aqui?¿comprar peces? -Sí.... supongo... Aunque en realidad, si quieres comprar, para eso hay un monton de pescaderias en el puerto... puedo ofrecertelo, si quieres, pero no te lo voy a cobrar... añado tras mirar el cubo de las pescadillas. Hay demasiado pocas como para venderselas, pero si las suficientes como para invitarle a comer. Aunque ¿porque iba a invitarle a comer?
Niego con la cabeza levemente para mis adentros. -Ahora mismo no tengo más que pescadillas y un pulpo... y alguna sardina... explico al chico, tratando de no parecer nerviosa. Sé que muchos de ellos, tras vencer los juegos, se vuelven locos, o adictos a las drogas del Capitolio. Pero el no parece loco... ¿cómo se supone que aparenta un loco?

Hago una pequeña mueca cuando me reconoce. La verdad es que suele pasarme bastante a menudo. Desde que gané los juegos, la gente me mira con algo de temor. Supongo que sobrevivir a 23 compañeros no tiene nada de bueno. Sé que hay pescaderías en el puerto, he estado muchas veces en las lonjas. De hecho, mi madre tiene una pescadería en el tres y todo el pescado se lo mandan de aqui... pero me gusta mas el pescado recién salido del mar. Y donar alg o de dinero de forma disimulada a algunos pescadores. Insisto en pagartelo, en serio. No me importa que sean solo pescadillas, conozco formas de cocinarlas bastante bien. Saco algunas monedas del bolsillo, pasandole una montañita de diez platas y unos cuantos bronces que no llego a contar. Te doy dos oros si añades el pulpo. Le sonrío de medio lado, rebuscando en mi otro bolsillo.

Miro el dinero en su mano, alzando las cejas. -Se nota muchisimo que no eres de por aqui... Los peces se compran en las pescaderias... si le pides a un pescadero que pesca en la playa no le pagas por ello.. simplemente te lo ofrecen y tu lo aceptas... vuelvo a recoger el sedal de la caña y a lanzarla, dejandola enganchada entre las rocas. -No pienso cobrarte por los peces... y menos esa barbaridad de dinero... Es una exageración... Si quieres los peces, te los ofrezco. Te los puedo cocinar tambien.. aqui solemos hacerlo... Son las costumbres... me encojo de hombros tras unos segundos. Más que costumbres.. es casi una norma. A ver, no es una norma... pero es... casi nuestro estilo de vida. Si alguien nos pide algunos peces, casi nos sentimos obligados... no obligados, pero es una costumbre, ofrecerselos, e invitarlos a comer. El chico no me parece mala persona... y creo que si se abalanza sobre mi con instintos asesinos -cosa que dudo- podria huir a tiempo.. -Iba a cocinarlos dentro de un rato para comer... Puedes aceptar la invitación o buscar a alguien que acepte todo ese dinero... pero creeme, por aqui tenemos unas costumbres un tanto raras. En las pescaderias lo aceptaran encantados, y trataran de sacarte más, pero aqui los pescadores de las playas somos diferentes... no lo necesitamos.. al menos no. No nos sobra dinero, pero tampoco nos falta en casa. Vivimos bien, tenemos siempre comida en la mesa y lo necesario. ¿Para qué queremos más?

No es la primera vez que compro pescado a los pescadores. Ni creo que vaya a ser la última. Pero si es la primera que alguien se niega a cobrarmelos. Parece bastante segura de lo que dice, de hecho. Y me gusta la idea de que el dinero no la tiente. Otra persona habría cogido el dinero y me habría dado los peces, y mas siendo tan solo unas pocas pescadillas. Dos oros no se ven todos los días, y menos por un mísero pulpo que apenas valdría una plata y unos pocos bronces en una pescadería.
Estoy a punto de darme media vuelta sin decir mas que algunas palabras a modo de despedida cuando algo se me echa encima por la espalda y me lanza de rodillas al suelo. Me giro justo a tiempo para ver un perro enorme y lanudo, algo mojado y con una lengua tan larga como las rastas que le hace el pelo. ¡Por todos los circuitos!¿esto es un perro?¿en serio? Dejo que me chupe un poco, sentado como he logrado ponerme, pero lo aparto al rato, riendo levemente ante lo afectivo del animal. Mas allá de mamá y Carrie, a todo el mundo le cuesta ahora ser cariñoso conmigo. Incluso papá y Shane son un poco reticentes a acercarse a mi desde los juegos. Vale... vale chico, ya... Rebusco un poco entre el pelo hasta dar con su cuello, rascandole un poco. Nunca había visto un perro tan grande, solo en algunos juegos, pero no eran perros, eran mutos...aunque este no tiene pinta de ser un muto, ni de lejos.

Observo como se da la vuelta y me encojo de hombros nuevamente. Que le de el dinero a otro, no me importa. Yo por lo menos no lo necesito, no me hace falta, y no lo quiero. El dinero no te da la felicidad, solo te hace poder permitirte cosas que no necesitas, como esos cerdos enjoyados del Capitolio.

Entonces Cob, que andaba como siempre dando vueltas por los alrededores, peleandose contra las olas, se lanza contra el chico. -¡¡Cob, no!! ¡¡¡Quieto, chico!! pero como siempre que ve a gente nueva, pasa de mi y de mis ordenes y se lanza contra el chico, tirandolo contra la arena. Por un momento tema que Cob le haga daño, pero luego recuerdo que es uno de los vencedores, y paso a temer más que él le haga daño a Cob que el daño que pueda hacerle mi perro a él. Es grande, y puede impresionar bastante a primera vista, pero Cob es un pan de dios, el perro más inofensivo que se le pueda echar a alguien.

Por un momento, el chico desaparece bajo las rastas de Cob, hasta que escucho su voz, algo divertida y suspiro para mis adentros, aliviada de que esté bien y doy unos pasos hasta ellos.
Rio en cuanto Cob le pega un lametazo en toda la cara que le deja el pelo como un autentico tupé y le rasco entre las orejas al perro. -Cob... te he dicho que nada de lanzarse contra la gente, que les haces daño... le rasco un poco más, recibiendo un ladrido infantil y agradecido, sacandome del bolsillo del pantalon un trozo de pan aplastado pero blando, pasandolo frente a su morro, despistandolo del chico, haciendo que se aparte de él. -Tendras que disculparlo.. es muy activo y todavía es muy joven.. Siempre que ve a alguien se lanza contra él, por eso prefiero venir por playas apartadas, como siempre viene conmigo... noto un mordisco en la mano, con una punzada de dolor. Siempre me hace lo mismo en cuanto me despisto. Le miro, con mi mano y la mitad de mi brazo desaparecido entre sus rastas. -Cob.. te he dicho que despacio... Des-pa-cio... le doy un capirote suave en la frente, haciendo que me suelte la mano, llena de babas y rio. -Buen chico.... le rasco entre las orejas, mirando al chico y le ofrezco la mano que está limpia de babas para ayudarle a levantarse.

Cojo su mano, incorporandome hasta ponerme de pie de nuevo, pero enseguida el perro hace amago de lanzarse hacia mi de nuevo. Pongo las manos llenas de arena frente a mi para frenarlo, aunque lo único que me gano es un par de ladridos, asi que me limpio las manos en el pantalón y me río cuando esta vez las lame como si hubiese metido las manos en un cubo de carne. Podría inventar un traductor de ladridos... sería guay. ¿Cómo una chica tan flacucha puede con un animal tan grande? Me río levemente. No lo digo a malas. No es que sea precisamente flacucha, no al menos al lado de los niños malnutridos del doce o de las zonas bajas del nueve. En el diez y el once comen mejor porque casi en todas partes crece algo que pueda comerse, aunque no tengan permitido quedarse nada de lo que cultivan. Aún asi, saben apañarselas.
Me acomodo en las rocas, estirando un poco las piernas. Me ha tomado un poco por sorpresa el asalto del perro y me he quedado un poco entumecido. Saco un paquetito envuelto en papel de mi bolsillo, llamando al perro con un leve silbido, sacando unas tiras de jamon york de dentro de un bocadillo. Mi madre siempre me estaba haciendo bocadillos, pero solía comerme solo el pan a menos que fueran rellenos de queso o tortilla. Toma grandullón. Que aproveche. Se las dejo un poco al aire, porque sinceramente, no termino de fiarme de un animal al que no le localizo la boca. Cuando eleva la cabeza para coger el trozo que le tiendo si puedo verle por un instante los ojos y el morro, pues el pelo se le va para atrás.

Miro como el chico se apoya en la roca, con las cejas alzadas. -No estoy tan flacucha comparada con la altura que tengo.. respondo traquila y sencillamente, dejando que Cob se entretenga con su nuevo amigo. Llega un momento en que se confia tanto que le pone las patas en los hombros, poniendose de pie a su altura y no puedo menos que sonreir.
Dedicdo dejarlos a su bola un rato y tras recoger el sedal y otro pez que va al cubo, recojo la caña y me acerco al pequeño circulo de rocas con ramas que tenia preparado, sacando de mi bolsillo unas cerillas de las cuales me ayudo para encender el fuego. Cojo el cubo, acercandome a la orilla del agua, cogiendo varios de los peces, limpiandolos de las entrañas y repitiendo la operación con todos y cada uno de ellos. Vuelvo a la hoguera, que ya empieza a ser unas señoras llamas y clavo dos de las pescadillas en unas ramitas largas de madera, clavando la punta en la arena, dejando que vayan tostantose y haciendose lentamente al fuego. Saco un trapo de la mochila, asi como una sarten pequeñita y algo desgastada y voy cortando las patitas del pulpo en cachitos, echandolos a la sarten, con unas gotitas de aceite que siempre suelo llevar en la mochila. Tambien tengo sal y algunas especias, como romero y tomillo, pero prefiero no dar uso de ellas, no vaya a ser que no le gusten.
En cuanto pongo la sarten al fuego, haciendo los cachitos de pulpo que voy removiendo con movimientos secos de la sarten, Cob echa a correr de donde estaba hacia mi, empezando a dar vueltas alrededor de la hoguera y mio, casi saltando de puro contento. Sabe que siempre que hago algo de comer le caen unas sobras. Miro al chico, que sigue en la roca. -¿Voy a tener que rogarte para que te sientes a comer? El pescado se va a quemar.. le indico sencillamente los peces que se van tostando con las llamas del fuego mientras remuevo el pulpo, pinchandolo con la punta del cuchillo para ir comprobando como se va haciendo.

La observo hacer, entretenido mientras juego con Cob, que no parece cansarse nunca de jugar. Incluso se pone de pie, con sus patas sobre mis hombros. Es enorme, sin duda, porque yo mido cerca de metro noventa y su cabeza supera la mia. Le echo el pelo hacia atrás, apartandoselo de la cara, viendo esos ojillos divertidos que solo indican ganas de seguir jugando.
EN un momento dado, se separa de mi y echa a correr hacia su dueña, correteando alrededor del fuego y los peces. Me acerco al poco tiempo ante sus palabras, pasando primero por las rocas mas bajas, mojandome las manos en el mar, limpiandomelas un poco. No me parece lo mas correcto comer sin hacerlo después de haber estado jugando con el animal.
Me acerco a las llamas, secandome las manos con el calorcito que desprenden, observando los pescados. Esta claro que esta muy acostumbrada a esto, pero también a un niño del tres le das un panel electronico y te lo sabe montar en segundos, cuando personas de otros distritos con diez años de experiencia en tecnología no sabrían hacerlo. En cada distrito estan acostumbrados a sus cosas. Me siento a un lado y Cob se lanza contra mi unos segundos, lamiendome la mejilla antes de volver a dar vueltas alrededor de todo el meollo. Aún no se tu nombre...¿tengo que suplicarte?

Elevo la mirada de los peces del fuego, topándome con sus ojos. No creo que por decirle mi nombre me arriesgue más de lo que ya me estoy arriesgando. Así que se lo digo. -Mekare.... Mekare Northman.. digo mientras le miro unos segundos a los ojos, unos segundos algo largos, así que finalmente rompo el contacto visual y salteo un poco los cachitos del pulpo. -Te apellidabas Hawkings... ¿Verdad? le veo asentir. Hawkings...Hawkings.. ¿qué más? No consigo recordar su nombre durante unos largos minutos. -Sean... ¿verdad? digo tras unos minutos, localizando en mi mente los nombres de todos los ganadores de los Juegos los últimos cuatro años. Vuelve a asentir y sonrio levemente. Un minipunto para mi. -Tengo un poco de memoria de pez respecto a los nombres... lo cual es un poco irónico... me encojo de hombros tranquilamente, cogiendo una de las varillas con lo peces, ofreciendoselo.
Cojo el mio, sosteniendolo entre los dientes mientras limpio otro par de pescados que rápido ocupan el lugar de los primeros en el fuego. Rebusco en mi mochila hasta dar con las bolsitas individuales de especias y espolvoreo un poco de tomillo sobre mi pescadilla, junto con algo de sal y le pego un mordisco, dejando las bolsitas de especias a su alcante. Voy removiendo el pulpo hasta que finalmente se hacen y dejo la sarten sobre un par de troncos. -Adelante.. sirvete cuanto quieras. digo mientras pincho un cachito de pulpo con un palo, llevandomelo a la boca, soplando un poco antes para no quemarme.

Asiento cuando va deduciendo mi nombre por partes. Si... ya lo habías deducido antes... va a ser verdad lo de la memoria de pez...¿eso quiere decir que dentro de tres segundos no recordarás como me llamo? Tendré que ponerme una chapita o algo..
Cojo el pez, sosteniendolo en mi mano unos segundos. Aún echa humo, asi que tendré la precaución de no llevarmelo a la boca de inmediato. ¿Haces esto muy a menudo? Lo de invitar desconocidos a comer, digo. Observo las bolsitas con las especias, y cuando me las deja a mi alcance le pongo sal al pescado y miro las otras dos, olisqueando. Tomillo y perejil. La gente siempre comenta que el pescado se especia con tomillo o romero, pero a mi me encanta el sabor que le da el perejil y un poquito de aceite.
Le pongo algo de perejil espolvoreado por encima y lo vuelvo a acercar al fuego, dejando que se tueste un poco y expanda su sabor por el pescado, separandolo del fuego y cogiendo el pequeño bote de aceite que tiene, echandole un poco por encima. No había visto nunca hacer el pulpo a la sartén sin cocer primero. Estiro la mano, atreviendome a cogerlo directamente con los dedos, llevandomelo a la boca. Está mas duro que hervido, pero igualmente bueno. Pero admito que no está mal. Le doy algun cachito a Cob, que me mira moviendo la cola esperando a que le tire algo, aunque tengo que evitar que se me eche encima después, riendo. Me gusta la afectividad del animal.

Niego con la cabeza mientras muerdo la piel de escamas tostadas del pez, con una leve sonrisa. -En absoluto... esta es la primera vez que invito a alguien... Normalmente pesco más lejos... la gente no suele venir a esta zona de la playa.. por ser alejada... Y yo soy un poco... bastante desconfiada de la gente... respongo mordiendo otro cacho de pescado, algo cortada por la situación. -No soy muy dada a hablar con desconocidos... Apenas bajo al pueblo.. y conozco a los chicos de la escuela pero.... digamos que me paso el dia con Cob y mis hermanos... respongo apartando la mirada del chico, pinchando otro de los cachitos de pulpo. -Si lo hiervo tardo bastante más.. además así tampoco queda mal del todo... me gusta el otro toque de sabor que le da... Podria echarle un poco de pimienta si quieres.. respondo mientras rebusco en la bolsa hasta dar con un potecito de pimienta, dejandolo al alcance de él, por si quiere añadirle algo. [color=cornflowerblue]-Y tranquilo... creo que recordaré tu nombre... sino estoy segura de que Cob me lo recordará.[/b] sonrio, señalando el perro que da saltos de aqui para allá, ladrando infantilmente, llamandonos la atención para que le demos algo.
Cojo entre mis dedos un cachi de pupo, lanzandoselo al aire que lo atrapa entre sus fauces, aunque a veces con tanto pelo me cuesta saber la localización de su boca. -¿Tu sueles ir mucho por la playa en bsca de pescadores que te vendan algo de pescado?

Asiento, limpiando una raspa de espinas que ha quedado al descubierto con mi último mordisco, echandolas directamente al fuego para que a Cob no se le ocurra comerselas. No quiero ni pensar que pasaría si se le quedara una clavada en la garganta. La verdad es que si. Prefiero darles el dinero directamente a los pescadores. Y... bueno... no me importa ir repartiendo por ahí lo que el capitolio me da. Me ayuda a sentirme mejor conmigo mismo. Esta claro que no puedo regalar el dinero... si se enteraran se me caería el pelo... pero nadie puede culparme por pagar de mas. Me encojo de hombros, quitando un trozo de pescado, tendiendole la mano a Cob, que se acerca a toda prisa y relame mi mano hasta llevarse todos y cada uno de los rastros del pescado, lamiendo mi mano en busca de mas, haciendome cosquillas, provocandome la risa y que recoja la mano, con lo que la sigue y se coloca a mi espalda, asomando su cabezón por el hueco de mi hombro. Vale, vale, tranquilo... Cojo un trozo especialmente grande de pulpo y se lo doy. Toma baboso.

Miro a Cob, con una leve sonrisita. -Tú te estas tomando demasiadas confianzas, eh, bicho.. le digo paseando un cachito de pescado por el otro lado para que no moleste más a Sean. Se acerca y miro unos segundos al chico.-Es un mimoso.. luego no habrá manera de sacarlo de encima tuyos si le mimas tanto...Le das la mano y te coge el... noto un pequeño dolor en el brazo y lo miro. Está desaparecido hasta el codo en la boca de Cob. Hasta el brazo... ¿Ves lo que digo? suelto una risita. No es la primera vez que lo hace. -Va.. Cob... suelta... malo. No, chico malo, no se muerde a Mekare... Suelta.. alargo la otra mano a coger un cachito de pulpo, pasandoselo por la nariz. Automáticamente suelta mi brazo, liberandolo y empieza a perseguir el cacho de pulpo, el cual le lanzo y recoge al aire. -Aghs... perro baboso... me limpio las babas de brazo con un trapo viejo, obviando las marcas de sus colmillos en la mano, que me dejan la piel algo enrojecida, pero nada más. Me quedo pensando en sus palabras, en lo que me ha dicho. -Eso me parece... un gesto muy nombre por tu parte... digo a media voz, acabando de comerme uno de los pescados, girando los otros que estan al fuego. - No todas las personas que tienen dinero se comportan como tú... sonrio, levemente al principio pero despues más ampliamente. He hecho mal en desconfiar de él.. aunque es algo que no puedo evitar hacer.

Miro al perro, entre preocupado y divertido ante la actuación de ambos. Ella parece muy calmada ante el hecho de que le tenga medio brazo agarrado entre las fauces, asi que me despreocupo yo también, aunque mas todavía cuando le veo el brazo practicamente intácto. Algunos rasguños, pero nada mas. Roces tontos. Carrie también había traido un gato a casa una temporada y yo andaba lleno de rascadas de ese tipo todo el día. El animal no se separaba de mi, el muy pesado. Creo que me odiaba. Bueno, siendo tan grande creo que es preferible que sea un mimoso baboso a que sea fiero... no podrías con él si se pusiera a malas. Observo su sonrisa, sonriendo también de medio lado, bajando la mirada a mis pies casi al instante. Es lo mínimo que puedo hacer. Porque, por mucho que haga, nunca voy a poder devolver la vida a esos 23 chicos y chicas que estan muertos para que yo pueda vivir. Bien es cierto que, teóricamente, no maté personalmente a ninguno de ellos, no al menos con mis propias manos... pero murieron por mi culpa. Ellos y las 23 familias a las que pertenecían y a las que les robaron un miembro. Termino apartando lo poco que me queda del pescado, desganado de golpe, y Cob aprovecha para zamparselo, con lo que le rasco entre las orejas lentamente. Buen chico. Suena pasivo, triste, asi que intento rectificar. No me gusta derrumbarme delante de la gente. No es bueno.

Le miro, ladeando la cabeza. Su actitud ha cambiado radicalmente, en segundos. Pasa de sonreir abiertamente a una sonrisa vacía, como si no hubiera nada más allá de esa superficial sonrisa. ¿Porqué? ¿He dicho algo malo...?¿He hecho algo malo...?
-Hay gente que no lo hace... simplemente que pasa, y tras los juegos se dedica a estropear su vida con drogas o alcohol... respondo tras unos segundos, sabeedora de que un par de vencedores de mi distrito, años atras, malgastaron su vida entre drogas, alcohol.. y vete a saber qué más. -Mientras que tú vas y ofreces dos oros... ¡dos oros! por un triste cubo de ocho pescadillas y un pulpo que, como mucho valen una plata y media... esbozo una sonrisa, ladeada y busco su mirada. Alargo una mano a la mochila, rebuscando hasta dar con un montoncito de panecillos envueltos en papel de plata. Los desenvuelvo, ofreciendole uno. -Vi tus juegos... enteros. Creo que han sido los únicos juegos que me he atrevido a ver enteros... Aparte de porque el tributo del cuatro era un amigo de mi hermano... porque me gustaba la posibilidad de que por una vez, el vencedor, no se hubiera manchado las manos con sangre... le miro cuando alza su mirada de la arena hacia mi, y yo sigo con la mano extendida y el bollito. Aquellos años tambien hice dos regalos. A Kevin, el amigo de mi hermano y a Sean. Me gustaba la idea de que, faltando cuatro tributos, no hubiera matado a nadie. Le envie tres bollitos del4 junto con una sopa de pescado. El de Kevin lo pagamos toda la familia, sin embargo el de Sean lo pagué yo misma, con los ahorros que habia guardado durante mucho tiempo. No me importó. Me senti bien al hacerlo. -Supongo que.. no es facil sobrevivir a los juegos... y que te marca psicologicamente para siempre... Pero.. creo que eres una buena persona... No mataste a nadie.. y eso es lo que me gustó de esos juegos... que hubiera un vencedor que realmente lo mereciera y fuera honrado.. le miro, con la cabeza ladeada, intentado que detras de esa mirada apagada vuelva a haber algo más, o esa sonrisa sincera.

Elevo la mirada a ella, simplemente escuchandola hablar. No tenía razón, ni pizca de verdad tampoco en nada de lo que estaba diciendo. Pero se la doy. La dejo que sea eso lo que crea. No maté personalmente al resto, es verdad.... pero murieron para que yo viviera. Aquellos mutos que eran como guepardos no me persiguieron a mi, pero porque bloqueé las salidas alrededor de mi territorio. Por eso se comieron antes a Travis, el chico del uno. Sus nombres se me habían quedado grabados. Veintitrés nombres que nunca iba a olvidar. Veintitrés familias cuyos rostros se me aparecían cada noche en sueños, echandome la culpa de que sus hijos e hijas estuvieran muertos. Nadie merece ganar esos juegos... preferiría haber muerto en ellos si realmente hubiese pensado en lo que venía después. Todo el mundo me alaba desde entonces por mi inteligencia y capacidad de estrategia, pero yo solo soy capaz de pensar en que fuí un idiota y un tonto por no dejar que esos mutos me cazaran, o directamente que Daship me matara en la cornucopia cuando tuvo oportunidad. Sería mejor estar muerto que revivir esas cosas una y otra vez. Antes me daban asco los vencedores que se dejaban llevar y se convertían en intentos de ser humano, pero ahora los comprendo, e incluso estoy tentado de ser como ellos. Al único que realmente halago es a Beetle, por seguir tan sereno aguantando esto todos estos años. Pero él fue casi un poco como yo. No necesitó mancharse las manos para ganar. Electrocutó a todos los tributos. Fritos, como si fueran gambas rebozadas. Pero no vió morir de frente a ninguno.

Escucho sus palabras con pena, dejando el pescado a medias sobre mi regazo. Se me ha hecho una bola el estómago que me impide comer nada más.
Trago saliva, intentando deshacer el amargo nudo de pena que se me ha creado en la garganta por el chico. -Le salvaste la vida al chico del 12... Estuvo a punto de morir ahogado... Y lo sacastes del agua.. le digo, en un intento porque se crea mis palabras, que las digo con sinceridad, no solo en un intento para que se sienta mejor. Que sí, tambien quiero que se sienta mejor, pero quiero que lo crea... Me muevo un poco en la arena, acercandome un poco más a él, y Cob, al percatarse del movimiento se incorpora y va a sentarse tras Sean, apoyando de nuevo su peluda cabezota en su hombro. -Realmente creo que habria lamentado tu muerte.. Me parecias alguien admirable... giro los peces en el fuego, aunque creo que ni el ni yo vamos a comer nada más. Ladeo la cabeza para mirarle, más cerca. -Sé que nada de lo que diga puede hacer que cambies de opinión sobre ti mismo, aunque trates de darme la razón... Pero el hecho de que trates de compartir lo que tienes con los menos favorecidos me parece un gesto admirable... sonrio, como si eso fuera a yudarle algo. No quiero que se sienta mal... no me gusta que la gente a mi alrededor se sienta mal.

Lo saqué del agua, pero no se habría metido en el agua si no me hubiese estado siguiendo. Me encojo de hombros, intentando dejar de lado aquel episodio. Es verdad que no maté a nadie, pero provoqué que murieran. Es como si los hubiera matado. Luego, viendo los recuentos de muertes en el capitolio, Beetle dijo que me habían anotado siete. ¡Siete! El chico del doce sería una, seguro. Y el del cuatro, y la del seis. Sacudo la cabeza, no queriendo volver a pensar en ello. Da igual, olvídalo. Es algo que ya ha pasado, hay que aprender a vivir con ello. Por un segundo, pienso en Carrie, en mi pequeña hermana pizpireta, y enseguida sonrío de nuevo. Me encanta toda ella, con esos rizos largos y muy muy rizados, de un rubio tan dorado que parece oro. Elevo la mano a rascar a Cob, que me babea todo el hombro y sonrío, dandole con los dedos un cachito de pulpo, ganandome un mordisco.
Ahora que me acuerdo...¿sabes donde puedo encontrar conchas? Antes las veía por la playa de mas atrás, pero hoy no he visto ninguna. A Carrie le encantan las conchas y las caracolas, pero hace días que no le llevo ninguna y hoy me lo ha pedido...que dificiles de complacer sois las mujeres, de verdad... Niego con la cabeza, con una leve risita, observando a mi alrededor, en la zona mas húmeda de la arena, pero tampco parece que por ahí vaya a haber.

Asiento con una leve sonrisa, dando el tema de los juegos por acabado y enterrado. -Claro que sé donde hay conchas... Y conchas buenas, todo sea dicho.. A estas horas es pleamar, con lo que el agua cubre varios metros de la arena de la playa... En un par de horas volverá a ser bajamar y las conchas suelen estar enterradas en la arena que se queda al descubierto... Si vas a estar por aquí puedo buscarte unas cuantas y dartelas.. A mi hermana tambien le gustan mucho.. Suele hacer decoraciones.. ya sabes, marcos con conchas, joyeros... collares con guijarrillos.. instintivamente me llevo la mano al cuello donde tengo el mio un collar de pequeñas tiras de cuero trenzado, con guijarritos de mar que a veces hemos ido recogiendo ella y yo. Tambien llevo el que Gabriel me regaló, uno que tiene engarzado un colmillo de tiburón. -Puedo ayudarte a buscarlas si quieres.. no tengo mucha tarea hoy... y es verdad. Hoy se encarga Gabriel de llevarle la pesca a mamá, aunque si llego a pescar algo más, no me va a decir que no. -Tenia pensado pescar un par de salmones.. siempre hay un banco de salmones alrededor de la pequeña islita... señalo una pequeña isla que esta como a doscientos o trescientos metros dentro del mar. Suelo ir en la barca hacia allí, rodeando la isla. Siempre puedo pillar uno o dos salmones de los grandes, de esos que se venden bien. A veces en el Capitolio llegan a pagar de tres a cinco piezas de oro por el kilo de salmón... y teniendo en cuenta que un salón adulto puede llegar a pesar entre ocho y trece kilos... es un pellizco con el que nos da para vivir un tiempo.

Oh, no te preocupes. Si tienes que ir a pescar yo me encargo de las conchas... solo es para darle el capricho. Tiene un montón de caracolas, un estante entero lleno de ellas. Río levemente, acordandome de Carrie y lo infantil que es. Es mi hermana pequeña, ¿sabes? Tiene diez años ya, pero sigue siendo un poco simplona... supongo que porque todos la consentimos mucho. ¿Sabes el mito ese de que si pegas la oreja a una caracola puedes oir el mar estés donde estés? Asiente enseguida, y por un momento, me da la sensación de que ella también cree que es cierto. No lo es, por supuesto. Oyes el mismo sonido si pegas la oreja a cualquier otra cosa que cree un vacío. Bueno, pues cada vez que le consigo una caracola, le implanto un minialtavoz dentro con una pista con el sonido del mar. Le encanta pegarse horas pegada a ella. Yo antes también lo hacía, cuando tenía cuatro o cinco años y mi madre me traía aqui. Me ponia dos caracolas, una en cada oreja, y acababa pareciendo un tritón. Me río levemente, acordandome de mi madre cuando me decía eso. Shane se reía de mí, pero yo era feliz disfrutando únicamente de eso. Ahora tengo un mejor invento para recordar el cuatro.

No puedo evitar soltar una sonora carcajada, pero me arrepiento tras unos segundos, tapandome la boca con la mano, conteniendome la risa. -Perdona... no era mi intencion reirme pero es que... vuelvo a soltar una gran carcajada, sin poder contenerme, casi con lágrimas al imaginarme la escena. Un niño pequeño con un tupé como el, con dos caracolas gigantes en las orejas. -Solo faltaría que te pusieras una barba de algas... El mismísimo Poseidón en persona... rio, sacando los peces del fuego para que no se quemen, dejandolos apartados. -La gente siempre dice que es un cachito de mar que hay en cada caracola, o no sé que cientos de historias se inventan... pero los que vivimos aqui sabemos que no.. obsviamente, las caracolas no tienen un cachito de mar dentro.. es un vacío que se crea en la espiral de las caracolas... estiro las piernas, entumecidas por estar un rato sentada. Pienso en si decirle o no que le envié el paquete de bollitos y sopa, pero creo que tal vez no deba, o si. No servirá de nada. Ya sirvió en su momento, ahora no hace falta que lo mencione para nada. - Mi hermana Kayla acaba de cumplir los 12... es de lo más feliciana, alegre y siempre contenta... Creo que no hay nada que la desanime... Bueno.. ahora si, la idea de que pueda salir elegida... Pero aún así es muy dificil borrarle la sonrisa de la cara... cojo un cacho de pulpo, llevandomelo a los labios, hundiendo los pies en la arena, removiendo los dedos en la arena. Me gusta esa sensación de sentir la arena finita entre mis dedos.

Me río con ganas cuando sigue añadiendo accesorios imaginarios al recuerdo de mi disfraz que no era un disfraz pero que acabamos tomando como tal. Hasta que empieza a hablar de su hermana. Realmente espero que no tenga la mala suerte de salir escogida. Odio ver a niños tan jóvenes en la arena. A mi me tocó ser mentor de uno de doce recién cumplidos el año pasado. La chica tenía diecisiete y quieras o no, somos mas conscientes de lo que tenemos alrededor, de los juegos, de como sobrevivir, de que hacer...¿pero con doce años? Son todavía niños...
Me moriría, realmente me moriría si en dos años fuera elegida Carrie. Vamos, destruía el capitolio entero con tal de que no la metieran ahí. es demasiado pura e inocente. Mi pequeño tesoro de bucles rubios. La misma que salta ilusionada cuando le llevo cualquier tontería, como ese pájaro electrónico que le regalé la semana pasada, hecho con mis propias manos. Canta, silba e incluso vuela.
Desvío la mirada hacia el mar, pero Cob me saca de mi empanamiento al poco rato, lanzandose sobre mi y llenandome la cara de babas.

Suspiro, rodeandome las rodillas con los brazos, pegándolas a mi pecho. -Espero que no salga.. Nunca permitiría que se la llevaran... No podría mirar a mis padres a la cara si se la llevasen.. trago saliva, fijandome en las llamas del fuego. Sé, con toda la certeza del mundo lo que tengo que hacer si su nombre sale escogido.
Permanezco en silenco, observando mis pies enterrados en la arena. Le miro de reojo, unos segundos, contemplando su perfi. Tengo que reconocer que pese a los primeros minutos de inseguridad, es un chico agradable, de lo más sencillo... Honesto y, creo que una persona digna y admirable. Sonrio, dándome cuenta de que me he empanado mirandole, mientras el mira el mar con expresión calmada y relajada, hasta que Cob estropea el momento, lanzándose encima. Sean desaparece por unos segundos, atrapado bajo los kilos y kilos de pelo enrastado del perro.
-¡¡¡COB!!! ¡¡Sal de encima!! me levanto, apurada, hundiendo las manos en el pelaje de Cob hasta dar con el collar, tirando de él hasta que se levanta y vuelvo a ver la figura de Sean cubierta de arena y babas. -¡Chico malo, Cob, chico malo! tiro de él apartandolo unos metros. -Ale.. vas a ir al agua.. nada más oir esa palaba, levanta las orejas, o lo intenta, mirandome como diciendome ¿en serio?
Normalmente no le dejo bañarse porque las rastas le pesan como ochena kilos con todo el agua. Echo a correr hacia la orilla con la intentción de despistarle de Sean, y parece que funciona porque me sigue, así que no lo dudo y me lanzo de cabeza al agua, con Cob siguendome los talones con sus ladridos infantiles. Sonrio en cuanto estoy bajo el agua, en mi elemento, nadando con rapidez mientras Cob empieza a nadar detras mio.

Río con ganas cuando el animal se me echa encima. No puedo evitarlo. Hacía mucho tiempo que nada, ni siquiera los animales, eran asi de afectuosos conmigo. Exceptuando a Carrie, claro. No puedo asegurar que ella haya olvidado el episodio de los juegos, pero tenía siete años, no puede recordarlo todo tampoco de aquello... ni puede percibir las cosas del mismo modo en el que fueron. De hecho, tuvimos un gato una vez, al poco de mudarnos al tres. Carrie debía de tener tres años y de hecho, fue a ella a quien se lo dieron. Apenas lo tuvimos algunas semanas, porque se escapó. Y menos mal. Me seguía a todas partes -y si, eso parecería a ojos de cualquiera que el animal me tenía cariño- pero lo único que hacía continuamente era arañarme, morderme y destrozar mis cosas. Y no como lo haría un gato común por jugar. No. Solo destrozaba y arañaba cuando estaba conmigo. Con los demás era un maldito angelito.
La observo meterse de lleno en el agua con el lanudo perro y sonrío. Sonrisa que se transforma en una nueva carcajada cuando lo veo correr por la orilla casi con las melenas arrastrando por el suelo. Espero que no tengamos que levantarlo ahora, porque debe de pesar una barbaridad con tanto pelo mojado... Y lo peor es que en cuanto pise la arena seca va a ser una bola de barro y pelo de perro. Urg.